Saturday, May 15, 2021

LA VERDADERA HUMILDAD NO OMITE LOS ORÍGENES

LA VERDADERA HUMILDAD  NO  OMITE LOS ORÍGENES

[a pesar que nos rodea una sociedad que tanto se auto-promociona y todo lo quiere perfecto]

Xiomara J. Pages

Mayo 14, 2021    



El otro día conversaba con mi amiga Zenaida Hernández, a la cual le llamo La Guajira Cubana, porque en el campo nació, en una choza humilde de padres campesinos, españoles y cubanos criollos,  y sus décimas y sus libros reflejan  la nobleza y la humildad de la campiña cubana, por eso tocan el alma.    Pero no por eso, dejó de estudiar y prepararse  y continuar mejorando a través de la lectura.   Salió a la ciudad  llegando a ser  una maestra rural, que hasta el sol de hoy, nunca ha dejado de leer, y de instruirse.  Ganadora de premios literarios por su valioso talento.


 

Precisamente, en nuestra conversación mencionamos lo importante de la  humildad, y de no ocultar de dónde venimos...Así  le hablaba de mi padre Luis, y sus orígenes.   Mi abuela paterna Juana, venía de cuna de alta sociedad, había estudiado en colegios religiosos privados interna, ya que quedó huérfana de madre al nacer, y su padre era médico, había estudiado en España... y llegó a ser  maestra.  Luego se enamoró de mi abuelo Alfredo, un campesino, que junto con otros hermanos y hermanas habían quedado huérfanos de madre, y al crecer unos y casarse, tomaron en sus nuevos hogares a los hermanos más chicos.   Abuelo traía la leña para el fuego en la casa, y la comida de los caballos, en el  hogar de mi abuela, ya que en aquellos tiempos se cocinaba con leña/carbón y los coches eran tirados por caballos.  Se enamoraron mis abuelos, y mi querida abuela dejó atrás una vida mucho más cómoda para vivir de lo que mi abuelo podía brindarle.  Su familia no aceptó enseguida a mi abuelo, pero con el tiempo, todo se pasó.

 

Abuela se tomaba el tiempo en enseñar a leer y a escribir  a los empleados  que tuvo  luego  mi abuelo cuando compró una pequeña finca o sitio.   Tuvieron ocho hijos, y dos niñas murieron apenas un mes una de la otra, por enfermedades que en aquel tiempo era común.   Mi  padre el mayor, guajirito, como decimos en Cuba, aprendió del campo con su padre, al igual que sus hermanos, pero Papi se  hizo barbero  ya que  era bueno tener además un oficio.  

 

         A la edad de 18 años  Papi   se fue a la capital a trabajar en ómnibus (guaguas en Cuba), y cuando vinimos a Estados Unidos, fue un trabajador más en una fábrica de aluminio [factoría] hasta que se retiró.  En Cuba y aquí en Miami, ejercía su oficio de  barbero después de su trabajo oficial.

 

Mis abuelos maternos, por otra parte, eran españoles.  Mi abuelo Bernardo  era de Sevilla,  Andalusía,  un  chofer de Taxis  en la Habana.   En España sus primos le habían arrebatado la herencia de un cortijo y  vino a prbar suerte en Cuba como tanto ibéricos.   Se casó con mi Abuela  Josefa [Pepa]  que venía de Islas Canarias.   Abuela enviudó muy joven, y quedó dedicada por completo al cuidado de una hija enferma que murió a los 33 años,  de los 6 hijos que tuvo.   Mi  madre Carmen, era la menor.   Vivieron en Lawton en La Habana, y luego en Jacomino [San Miguel del Padrón] pero muy humildemente.  Mis tíos mayores tuvieron que trabajar desde apenas niños para ayudar a mi abuela viuda.  Mis padres se conocieron en la Habana cuando ambas familias vivían en Lawton.

 

Papi y Mima  se casaron en la Iglesia Católica de  San Juan Bautista, en Jaruco, el pueblo de mi padre.  Vivieron muy humildemente en lo que aquí  llamarían un  ''efficiency"" en Jacomino.   Nunca tuvieron Luna de miel,  ni una boda o celebración  pomposa ni mucho menos.   De ese humilde local, se mudaron al lado de una Tía de mi padre, Tía Carmela, cuando yo tenía apenas 5 años y  mi única hermana, tenía 3.

 

Era aquella una casa  de madera vieja, grande, pero dividida a lo largo en dos casas.  Tía Carmela vivía con su familia en una, y nos alquilaba a nosotros la otra mitad por 10 pesos cubanos en aquella época, por 1954.    Se comunicaban ambas,  a un solo patio en la terraza y  un traspatio,  y a un solo portal por el  frente... Papi amaba a los animales, y tuvimos perro, patos, palomas corrientes y palomas mensajeras,  pececitos  tropicales, tortugas, cotorra y loro,  conejos, curieles  o  hamsters,  gallinas y gallos, chivos, etc.    Luego al casarse el único hijo de Tía Carmela, la sala se hizo de mampostería  para convertirse en una sola sala para ambas casas, y así poder fabricar encima un cuarto, con baño y balcón para mi primo Pepe y su esposa Delia al casarse.    

 

Las habitaciones de nuestra casa, eran continuas, no había pasillos ni puertas para ellas, cuando entrabas a la casa tenías que forzosamente pasar por todas hasta el final.   La madera se pintaba con Lechada, que era una mezcla de Cal con Agua, pero que cuando llovía quedaban unos manchones grandes en las tablas de las paredes  [yo siempre tenía un cuaderno donde dibujaba las figuras  que yo creía ver en ellas, como lo hacía con  las figuras de las nubes en el Cielo].  Cuando llovía era  una orquesta, había que buscar cubos, palanganas, y de cuanto hubiera en casa, para las goteras.    El agua de lluvia Mima la recogía para las plantas, y en ocasiones para lavarnos el pelo.

 

 

En el techo se podían ver las vigas de madera que atravesaban de un lado a otro, y por ellas paseaban cucarachas, lagartijas, guayabitos (ratones pequeñitos), y alacranes [escorpiones]  estos últimos  eran  mi mayor terror.   No importa cuán limpia mi madre mantuviera la casa, estas plagas eran parte de la vida cotidiana.   


 

A todos ellos les tenía yo terror,  a pesar que dormíamos con mosquiteros para protegernos.  Le tenía miedo a la oscuridad y aún hoy día duermo con una pequeña lucecita en mi cuarto, pues en mi imaginación de niña asustada, me parecía ver cucarachas gigantes, y cuando lloraba,  mi padre se tiraba antes que mi  madre,  para  correr al cuarto a asegurarme que no existían. jajaja.  

 

 Debajo de la cama,  mi hermana y yo, guardábamos cajones de madera de sodas o cerveza,  llenas  con libros, revistas y  Comics o historietas de  súper héroes, etc.  Esa era nuestra biblioteca, y nos frustraba a veces  sacarlas y ver que las polillas o  los guayabitos se habían comido parte de las páginas.  Por eso  mis diarios y cuadernos con poemas y escritos,  los ponía entre la ropa del armario o escaparate, resguardados  por algún papel o bolsa especial. 

 

En  una ocasión, la cama grande donde dormíamos mi hermana y yo se hundió de lado.   Parte de las lozas del piso, cayeron, pues unas ratas habían excavado bajo tierra unos túneles.   Tremendo susto, y días  durmiendo en el cuarto de mis padres hasta que rellenaron el  subsuelo, pusieron otras lozas, y acabaron con las limañas.  

 

Las ventanas de nuestra humilde casa, se abrían de par en par.  No tenían  tela metálica que nos protegiera de mosquitos, moscas u  otros insectos,  y aunque las cerraras, por las hendijas se colaban algunos.    Así  mismo lo experimenté  luego en el sur de Francia, en un viaje a Europa con mi  ex- esposo y mis hijos varones, en un  Cháteau  que cuando abrimos las ventanas tuve que gastar las latas de Spray o rociador  de pelo en matar insectos,  y yo le apodé entonces el CHOTEO  en vez del Cháteau.  jajaja.

 


En mi casa en Cuba, no tuvimos un fogón o estufa como esas  grandes con  4 hornillas.   Mima cocinaba en un fogoncito de kerosene con Dos  hornillas, el cual tenía un galoncito donde estaba la  Luz brillante o kerosene.   Le dabas a una palanquita para  empujar  el kerosene y en la  parte baja de la hornilla ponías un poco de alcohol y lo encendías con un fósforo.  Luego abrías la llave de la  hornilla y el kerosene  la mantenía encendida para cocinar.   Eran peligrosas, pero en casa nunca tuvimos problemas.  Mima nos enseñó  a cocinar en ella, y mi hermana y yo fuimos muy cuidadosas en seguir sus instrucciones.

 


 El refrigerador era de segunda mano, no podíamos comprar uno nuevo.  La manigueta de abrir la puerta estaba partida, y a veces cuando lo ibas a abrir, te agarraba un corrientazo.  Por esa razón mi hermana y yo lo agarrábamos con un trapo o paño de cocina.

 

 

El  juego de comedor era de formica, uno que Papi  mandó a hacer a  un carpintero  de Jacomino,  y que tardó  un siglo para hacerlo.  Era una mesa con 4 sillas y un aparador vitrina.

 

Entre el cuarto de mi hermana y mío, y en el comedor, Mima nos dejaba tener "la Escuelita" donde fuimos como Tutores para los vecinitos más chicos en tiempos de vacaciones.  Los más chicos pagaban 25 centavos  y los más grandes, 50 a la semana.  También aprendimos Corte y Costura, y Bordado a máquina, y lo hacíamos para la calle.   Cuando aprendimos Inglés con un profesor privado de las Islas Barbados,  que Papi nos pagaba... entonces yo me dediqué a enseñarles  Inglés a otros niños, cuyos padres querían irse del país como nosotros.   También ayudábamos a Mima  a hacer Batidos/milk shakes de frutas y Duro-fríos para la calle.   Mi hermana y yo siempre trabajamos de alguna manera, además de leer mucho y estudiar.  Éramos de poco comer,  pero nos encantaba el colegio y Mima nos amenazaba con no enviarnos a la escuela  si no comíamos nos lo comíamos  todo entonces.

 

Recuerdo que las sesiones en el colegio, eran dos, la mañana, y la tarde.  Había un receso para el almuerzo.  Pero al llegar de la escuela en las tardes, mientras Mima preparaba la cena, mi hermana nos ocupábamos de las tareas del colegio y luego nos sentábamos en dos sillones en el portal a cantar las canciones del momento, y teníamos varios cancioneros.  Los vecinos pasaban y nos saludaban. Algunos nos hacían peticiones y les complacíamos.  Otros seguían a sus hogares, y nos aplaudían....

 


En ocasiones venían en las noches cantantes y músicos, y en el portal mis padres y nosotras con los vecinos hacíamos una pequeña tertulia de música y poesía y décimas...  Otras, venían mis tíos o amigos de Papi, a jugar Dominó.  Las madres conversaban en la sala, y yo organizaba con mi hermana y mis primos y amigos, un pequeño show.  Yo era la presentadora y también participaba.  Imitábamos a Sarita Montiel, a Libertad Lamarque, a Pedrito Rico, y a muchos otros cantantes.  Los adultos nos aplaudían como si se tratara de algo serio.

 


Mi hermana y yo éramos campeonas de jugar a los Jackies, o Jacks...y también se jugaba a las Ruedas-Ruedas en la vecindad con las amiguitas.

 


Fue Mima  la que  nos  enseñó a coser a máquina, y nos repasaba cuando aprendíamos a leer.  Siempre nos apoyaba en los proyectos que teníamos.   Después de lavar y cocinar y limpiar no importa lo cansada que estuviera, se recostaba con un almohadón en la cama y nos dibujaba ropita para las "cuquitas" o muñequitas de papel.  Nos ayudaba con las canastillas para las muñecas.  No era costurera pero nos confeccionaba y nos remendaba nuestra  ropa.   

Los juguetes preferidos de mi hermana y míos eran las muñecas y las cuquitas o muñequitas de papel, a las cuales siempre le poníamos nombres  americanos, y las guardábamos estas últimas dentro de revistas y cuadernos.  Esas eran sus casas, pero protegiéndolas de algún modo, de los ratones y polillas.

 

 

Mima nos organizaba fiestas pequeñitas con las vecinitas y vecinitos para los bautizos y los cumpleaños de las muñecas.  Hacía un flan, con galleticas Oreol  y  Kool-Aid o jugos  (en casa no se tomaban  Sodas).

  


El baño tenía  un piso de cemento alisado y brilloso, con una caída hacia el  desagüe.  El inodoro no tenía tanque ni cadena para halar.  En una pila o llave que salía como un tubo, desde el suelo, llenabas un cubo de agua, y con buena puntería lo volcabas en el inodoro para que tragara.  De niñas, mi madre venía a hacerlo, luego aprendimos a hacerlo nosotras mismas, pero cuando fallabas, había que repetir la operación, y tener cuidado de no mojarte la ropa. ¡Todo un proceso!

 

 

Tampoco había situación en casa para comprar lo que otras tenían.  Papi  ganaba poco como  guagüero o trabajador de ómnibus, y Mima ama de casa y  madre, así que tampoco teníamos rollos de papel sanitario.  En la pared había un clavo con un alambre colgado, donde enganchábamos pedazos de periódicos o revistas para asearnos.  Siempre  nos reíamos de eso,   éramos muy buenos lectores por todas partes.  jajaja.   Y para las visitas mensuales femeninas en casa, había que cortar toallas viejas de baño para hacer trapos a modo de toallas sanitarias, y lavarlas a diario para esos menesteres.

 

Para bañarnos, no había ducha ni bañera.  Mima hervía  la mitad de un cubo grande de agua en una de las hornillas del  fogoncito de Kerosene,  y nos lo ponía luego bajo la pila del baño para rellenarlo con el resto de agua fría, así teníamos agua tibia.  Y con una latica de leche condensada vacía dedicada a esos menesteres, nos  enjuagábamos el agua luego de enjabonarnos, agachadas y de pie.

Por las mañanas, antes del desayuno,  poníamos una palangana esmaltada  con agua sobre el inodoro y así nos lavábamos la cara. 

 

Papi no podía pagar escuelas privadas.  Siempre fuimos a las públicas que eran muy buenas en Cuba, además de 350 colegios católicos y más de 100 protestantes, y otros muchos privados que con la llegada del Comunismo Castrista desaparecieron.    Cuando asistí al Segundo grado,  Papi trató de enviarme a mí, a una escuela privada y religiosa, llamada ''El Redentor, ''  y en ese curso hice mi primera comunión.  Pero Papi tuvo que desistir,  era mucho a pagar y más aún, cuando fuimos dos a estudiar.  En cada acto cívico sin embargo de nuestra escuela, mi  hermana Bertica y yo, recitábamos una poesía o leíamos alguna composición, o nos disfrazábamos según el homenaje,  o cantábamos juntas, nos anunciaban como ""El Dúo de las Hermanitas Sánchez."'

 


 

 

 Recuerdo aquí en Miami,  ya casada y madre de tres niños,  en una reunión del  Cuban Women's  Club, una de las primeras organizaciones de cubanos en el exilio, que varias damas conversaban de los colegios a donde asistieron en Cuba...  Unas  hablaban de  ''El Sagrado Corazón, ''  otras, de  "El Medici,''  "La Progresiva", que si "Las Dominicas"" que si "el Colegio Baldor", que "Los Salecianos" o "Belén"   y así sucesivamente.   Entonces unas se dirigieron a mí,           " --¿Y tu Xiomara, a qué escuela fuiste?"  ... Y  yo, muy relajada, les dije..."--Yo,  fui a  ''Las Pateadas del Corazón de María."  jajaja.  Reímos todas juntas.

 

Mi padre llegó apenas a un sexto grado, y mi madre a un quinto, de la primaria.   Pero mi padre y sus hermanos, sobre todo Tío René,  leían mucho.  Además mi padre tenía la educación de su madre, mi abuela Juana, una católica ferviente y práctica, de misa diaria, con cultura y buenos modales, maestra de profesión, y eso nos lo pasó en la crianza a mi hermana y a mí.   Abuela Juana nos visitaba dos veces al año (en Julio en el cumpleaños de mi hermana, y en Noviembre, en mi cumpleaños)  y se pasaba  semanas en casa, éramos las nietas mayores,  y con ella visitábamos en casa de nuestros tíos en Jacomino.   Cuando venían vacaciones del colegio, entonces mi hermana y yo íbamos a pasarlas en Jaruco, con mi abuela y mis otras dos Tías, Elisa y Lourdes.   Abuela Juana  nos corregía no solo en los estudios sino en el comportamiento, en los modales.  Y mi madre aunque menos preparada, siempre apoyaba a mi abuela paterna en todo lo que hiciera con nosotras,  pues sabía que nos daba una buena educación.  Los principios morales y los valores familiares y cívicos, eran importantes en mi hogar.   Y aunque mi abuela iba a misa a diario, y en mi casa mis padres eran católicos a su manera y no frecuentábamos la iglesia los  domingos, salvo algunas fechas, siempre se oraba cada noche antes de dormir, se  bendecían los alimentos, y hasta que murieron, mi hermana y yo les pedíamos a mis padres su bendición. 

 


Fue mi padre quien nos enseñó  a rezar todas las noches, cuando yo tenía apenas 3 o 4 años.   Era tan lindo ahora recordar ver a mi madre frente a la Imagen del Sagrado Corazón, mover silenciosamente los labios en oración,  y  persignarse y santiguarse.  Papi se sentaba en una silla cerca de la imagen, y ya callado oraba.  Luego igual que Mima se persignaba y santiguaba.   El ejemplo de ellos,  con los demás, entre ellos y la familia y amigos,  fue mucho más poderoso que todas las palabras.  Hoy falta eso en tantos hogares y en la sociedad en general. Creo que todo eso, y la Fe, es el mejor legado que nuestros padres nos dieron, sin olvidar que nos animaron a estudiar y mejorarnos siempre, y alcanzar lo que ellos, con sus limitaciones en su época no alcanzaron.  

 


No teníamos posesiones materiales, ni  éramos dueños de casa, ni teníamos  cuentas en el Banco, se vivía al día.  Papi nunca tuvo vacaciones, siempre las trabajaba, pues le pagaban doble, y así  mi madre  podía  comprarnos ropa y zapatos en el año.  Abuelita Juana nos traía vestiditos que mi Tía Lourdes, costurera y maestra de corte y confección,  nos enviaba con ella a la Habana.   

 

Mi Abuela Pepa (la abuela materna la española) no era muy preparada de colegio,  pero tenía un corazón de oro también.  Si ibas a su casa siempre te esperaba con algún potaje y un pedazo de pan...

-"Coman pan, que el pan nutre" nos repetía.   Bertica y  yo fuimos las nietas menores entre 5 nietas.   Cuando murió Tía Olga, mi hermana y yo   tomábamos turnos en ir a dormir con ella para hacerle compañía pues estaba muy triste. 

 

Recuerdo las Nochebuenas,  Papi hacía una lista de las cosas que hacían  falta para la cena,  y cada familia aportaba algo.  Se hacía una mesa  gigantesca  con tablones  largos en el portal sobre cajones, y se ponían sillas y banquetas, o cajas de soda o cerveza vacías para poder sentar a todos.  Siempre teníamos un lechón asado en casa, y mil comidas y golosinas, y nunca faltaba el fricasé de guineos, y los turrones y membrillo.  Ah y los buñuelos típicos.  Luego con el cambio de gobierno en Cuba, se eliminaron las fiestas religiosas, y comenzaba todo a escasear de comidas, vestido y calzado... Se iban perdiendo valores y libertades.    Era tiempo de salir de Cuba, y así mi padre lo estimó,  no quería vernos vivir de otro modo.  Pero los dos países Estados Unidos y Cuba rompieron relaciones y con pasaportes y visas nos quedamos en  1962.  

 

 


No fue hasta 1968,  que finalmente pudimos salir de Cuba a Miami.  Pero nunca olvidaré la amabilidad de mi madre, tan  dulce y siempre sirviendo  con una sonrisa, ayudando a todos,  con una humildad increíble.  Ni tampoco olvidaré ninguno de sus consejos, ni  todos los ejemplos de vida de mis padres, y las palabras tan especiales de mi  padre.   El nos explicó a mi hermana y a mí ,  que éramos unas jóvenes adolescentes al llegar a esta ciudad,  que ningún país puede cambiar  las raíces que traemos, ni olvidar a la familia, ni los valores inculcados desde la cuna. Que la honradez, la sencillez, y la sinceridad  eran joyas valiosas del carácter, porque así lo aprendió con mi abuelo, el campesino.    Que dar la palabra o hacer un compromiso  no solo era  ética, sino que  era  algo sagrado, que  daba fe y testimonio para que nos  respeten  y nos tengan confianza  por nuestra credibilidad.   Que  ser  pobre no era una deshonra, pero que no le tuviéramos miedo al dinero tampoco, pues era necesario para vivir,  y resolvía muchas buenas obras y necesidades,  además de la importancia de la  salud. Que  para tener amigos, había  que saber ser  un amigo, nos decía.   Que quien no vive para servir, no sirve para vivir.  Que Dios nos amó primero, y por lo tanto teníamos que saber perdonar y  amar.   Y que todo había que consultarlo con Dios, que era nuestro Creador y Padre,  por eso cada vez que le presentamos algún plan o proyecto de vida, nos decía,  --"Si Dios quiere, Si Dios lo permite."

 


 Y así lo he aplicado desde  niña, porque mis padres fueron y siempre serán mis mejores maestros, educadores y mis héroes.  Y trato de pasar esos valores a mis hijos y nietos, a todos los que vengan a mi círculo de amigos,  cada oportunidad que el tiempo me ofrezca.   

 

 

La vida  cambia de vez en cuando, por diferentes situaciones,  yo he estado con más o con menos,  con muchos o con pocos,  con llantos o con risas,  pero esos orígenes, esas raíces, de donde vine y lo que viví en mi niñez y juventud,  nunca las oculto ni las olvido, porque fui bendecida con un hogar sencillo pero con mucho amor y tiempo para amarnos .    Tampoco me quedé estancada, seguí aprendiendo, puliéndome, y tratando de ser un poco mejor cada día hasta el final de mi vida,  pero sin humillar ni despreciar a nadie, ni creerme  mejor que nadie.  Porque la verdadera humildad, pare hijos gigantes, y  no omite los orígenes.

 



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