LA
VERDADERA HUMILDAD NO OMITE LOS ORÍGENES
[a pesar que nos rodea una sociedad que
tanto se auto-promociona y todo lo quiere perfecto]
Xiomara J. Pages
Mayo 14, 2021
El otro día
conversaba con mi amiga Zenaida Hernández, a la cual le llamo La Guajira Cubana, porque en el campo
nació, en una choza humilde de padres campesinos, españoles y cubanos criollos,
y sus décimas y sus libros reflejan la nobleza y la humildad de la campiña cubana,
por eso tocan el alma. Pero no por eso, dejó de estudiar y
prepararse y continuar mejorando a
través de la lectura. Salió a la ciudad
llegando a ser una maestra rural, que hasta el sol de hoy,
nunca ha dejado de leer, y de instruirse.
Ganadora de premios literarios por su valioso talento.
Precisamente, en
nuestra conversación mencionamos lo importante de la humildad, y de no ocultar de dónde
venimos...Así le hablaba de mi padre
Luis, y sus orígenes. Mi abuela paterna
Juana, venía de cuna de alta sociedad, había estudiado en colegios religiosos
privados interna, ya que quedó huérfana de madre al nacer, y su padre era
médico, había estudiado en España... y llegó a ser maestra.
Luego se enamoró de mi abuelo Alfredo, un campesino, que junto con otros
hermanos y hermanas habían quedado huérfanos de madre, y al crecer unos y
casarse, tomaron en sus nuevos hogares a los hermanos más chicos. Abuelo traía la leña para el fuego en la
casa, y la comida de los caballos, en el
hogar de mi abuela, ya que en aquellos tiempos se cocinaba con
leña/carbón y los coches eran tirados por caballos. Se enamoraron mis abuelos, y mi querida
abuela dejó atrás una vida mucho más cómoda para vivir de lo que mi abuelo
podía brindarle. Su familia no aceptó
enseguida a mi abuelo, pero con el tiempo, todo se pasó.
Abuela se tomaba
el tiempo en enseñar a leer y a escribir
a los empleados que tuvo luego mi
abuelo cuando compró una pequeña finca o sitio. Tuvieron ocho hijos, y dos niñas murieron
apenas un mes una de la otra, por enfermedades que en aquel tiempo era
común. Mi padre el mayor, guajirito, como decimos en
Cuba, aprendió del campo con su padre, al igual que sus hermanos, pero Papi se hizo barbero
ya que era bueno tener además un
oficio.
A la edad de 18 años Papi se
fue a la capital a trabajar en ómnibus (guaguas en Cuba), y cuando vinimos a
Estados Unidos, fue un trabajador más en una fábrica de aluminio [factoría]
hasta que se retiró. En Cuba y aquí en
Miami, ejercía su oficio de barbero
después de su trabajo oficial.
Mis abuelos
maternos, por otra parte, eran españoles.
Mi abuelo Bernardo era de
Sevilla, Andalusía, un
chofer de Taxis en la Habana. En España sus primos le habían arrebatado la
herencia de un cortijo y vino a prbar suerte
en Cuba como tanto ibéricos. Se casó con mi Abuela Josefa [Pepa] que venía de Islas Canarias. Abuela enviudó muy joven, y quedó dedicada
por completo al cuidado de una hija enferma que murió a los 33 años, de los 6 hijos que tuvo. Mi madre
Carmen, era la menor. Vivieron en Lawton en La Habana, y luego en
Jacomino [San Miguel del Padrón] pero muy humildemente. Mis tíos mayores tuvieron que trabajar desde
apenas niños para ayudar a mi abuela viuda.
Mis padres se conocieron en la Habana cuando ambas familias vivían en
Lawton.
Papi y Mima se casaron en la Iglesia Católica de San Juan Bautista, en Jaruco, el pueblo de mi
padre. Vivieron muy humildemente en lo
que aquí llamarían un ''efficiency""
en Jacomino. Nunca tuvieron Luna de
miel, ni una boda o celebración pomposa ni mucho menos. De ese humilde local, se
mudaron al lado de una Tía de mi padre, Tía Carmela, cuando yo tenía apenas 5
años y mi única hermana, tenía 3.
Era aquella una
casa de madera vieja, grande, pero dividida
a lo largo en dos casas. Tía Carmela
vivía con su familia en una, y nos alquilaba a nosotros la otra mitad por 10
pesos cubanos en aquella época, por 1954.
Se comunicaban ambas, a un solo
patio en la terraza y un traspatio, y a un solo portal por el frente... Papi amaba a los animales, y tuvimos
perro, patos, palomas corrientes y palomas mensajeras, pececitos tropicales, tortugas, cotorra y loro, conejos, curieles o hamsters,
gallinas y gallos, chivos, etc.
Luego al casarse el único hijo de Tía Carmela, la sala se hizo de mampostería
para convertirse en una sola sala para
ambas casas, y así poder fabricar encima un cuarto, con baño y balcón para mi
primo Pepe y su esposa Delia al casarse.
Las habitaciones
de nuestra casa, eran continuas, no había pasillos ni puertas para ellas, cuando
entrabas a la casa tenías que forzosamente pasar por todas hasta el final. La madera se pintaba con Lechada, que era
una mezcla de Cal con Agua, pero que cuando llovía quedaban unos manchones
grandes en las tablas de las paredes [yo
siempre tenía un cuaderno donde dibujaba las figuras que yo creía ver en ellas, como lo hacía con las figuras de las nubes en el Cielo]. Cuando llovía era una orquesta, había que buscar cubos,
palanganas, y de cuanto hubiera en casa, para las goteras. El agua de lluvia Mima la recogía para las
plantas, y en ocasiones para lavarnos el pelo.
En el techo se
podían ver las vigas de madera que atravesaban de un lado a otro, y por ellas
paseaban cucarachas, lagartijas, guayabitos (ratones pequeñitos), y alacranes [escorpiones]
estos últimos eran mi
mayor terror. No importa cuán limpia mi
madre mantuviera la casa, estas plagas eran parte de la vida cotidiana.
A todos ellos
les tenía yo terror, a pesar que
dormíamos con mosquiteros para protegernos.
Le tenía miedo a la oscuridad y aún hoy día duermo con una pequeña
lucecita en mi cuarto, pues en mi imaginación de niña asustada, me parecía ver
cucarachas gigantes, y cuando lloraba, mi
padre se tiraba antes que mi madre, para correr al cuarto a asegurarme que no existían.
jajaja.
Debajo de la
cama, mi hermana y yo, guardábamos
cajones de madera de sodas o cerveza, llenas con libros, revistas y Comics o historietas de súper héroes, etc. Esa era nuestra biblioteca, y nos frustraba a
veces sacarlas y ver que las polillas o los guayabitos se habían comido parte de las
páginas. Por eso mis diarios y cuadernos con poemas y escritos,
los ponía entre la ropa del armario o
escaparate, resguardados por algún papel
o bolsa especial.
En una ocasión, la cama grande donde dormíamos
mi hermana y yo se hundió de lado. Parte de las lozas del piso, cayeron, pues unas
ratas habían excavado bajo tierra unos túneles. Tremendo susto, y días durmiendo en el cuarto de mis padres hasta que
rellenaron el subsuelo, pusieron otras
lozas, y acabaron con las limañas.
Las ventanas de
nuestra humilde casa, se abrían de par en par.
No tenían tela metálica que nos
protegiera de mosquitos, moscas u otros
insectos, y aunque las cerraras, por las
hendijas se colaban algunos. Así
mismo lo experimenté luego en el
sur de Francia, en un viaje a Europa con mi ex- esposo y mis hijos varones, en un Cháteau que cuando abrimos las ventanas tuve que
gastar las latas de Spray o rociador de
pelo en matar insectos, y yo le apodé
entonces el CHOTEO en vez del Cháteau. jajaja.
En mi casa en
Cuba, no tuvimos un fogón o estufa como esas grandes con 4 hornillas.
Mima cocinaba en un fogoncito de kerosene con Dos hornillas, el cual
tenía un galoncito donde estaba la Luz brillante
o kerosene. Le dabas a una palanquita para empujar el kerosene y en la parte baja de la hornilla ponías un poco de
alcohol y lo encendías con un fósforo. Luego
abrías la llave de la hornilla y el
kerosene la mantenía encendida para
cocinar. Eran peligrosas, pero en casa
nunca tuvimos problemas. Mima nos enseñó
a cocinar en ella, y mi hermana y yo
fuimos muy cuidadosas en seguir sus instrucciones.
El refrigerador
era de segunda mano, no podíamos comprar uno nuevo. La manigueta de abrir la puerta estaba
partida, y a veces cuando lo ibas a abrir, te agarraba un corrientazo. Por esa razón mi hermana y yo lo agarrábamos
con un trapo o paño de cocina.
El juego de comedor era de formica, uno que Papi
mandó a hacer a un carpintero de Jacomino, y que tardó
un siglo para hacerlo. Era una
mesa con 4 sillas y un aparador vitrina.
Entre el cuarto
de mi hermana y mío, y en el comedor, Mima nos dejaba tener "la Escuelita"
donde fuimos como Tutores para los vecinitos más chicos en tiempos de
vacaciones. Los más chicos pagaban 25
centavos y los más grandes, 50 a la
semana. También aprendimos Corte y
Costura, y Bordado a máquina, y lo hacíamos para la calle. Cuando aprendimos Inglés con un profesor
privado de las Islas Barbados, que Papi
nos pagaba... entonces yo me dediqué a enseñarles Inglés a otros niños, cuyos padres querían
irse del país como nosotros. También
ayudábamos a Mima a hacer Batidos/milk shakes
de frutas y Duro-fríos para la calle.
Mi hermana y yo siempre trabajamos de alguna manera, además de leer
mucho y estudiar. Éramos de poco comer, pero nos encantaba el colegio y Mima nos
amenazaba con no enviarnos a la escuela si no comíamos nos lo comíamos todo entonces.
Recuerdo que las
sesiones en el colegio, eran dos, la mañana, y la tarde. Había un receso para el almuerzo. Pero al llegar de la escuela en las tardes,
mientras Mima preparaba la cena, mi hermana nos ocupábamos de las tareas del
colegio y luego nos sentábamos en dos sillones en el portal a cantar las
canciones del momento, y teníamos varios cancioneros. Los vecinos pasaban y nos saludaban. Algunos
nos hacían peticiones y les complacíamos.
Otros seguían a sus hogares, y nos aplaudían....
En ocasiones
venían en las noches cantantes y músicos, y en el portal mis padres y nosotras
con los vecinos hacíamos una pequeña tertulia de música y poesía y
décimas... Otras, venían mis tíos o amigos
de Papi, a jugar Dominó. Las madres conversaban
en la sala, y yo organizaba con mi hermana y mis primos y amigos, un pequeño
show. Yo era la presentadora y también
participaba. Imitábamos a Sarita
Montiel, a Libertad Lamarque, a Pedrito Rico, y a muchos otros cantantes. Los adultos nos aplaudían como si se tratara
de algo serio.
Mi hermana y yo
éramos campeonas de jugar a los Jackies, o Jacks...y también se jugaba a las
Ruedas-Ruedas en la vecindad con las amiguitas.
Fue Mima la que
nos enseñó a coser a máquina, y
nos repasaba cuando aprendíamos a leer. Siempre nos apoyaba en los proyectos que
teníamos. Después de lavar y cocinar y
limpiar no importa lo cansada que estuviera, se recostaba con un almohadón en
la cama y nos dibujaba ropita para las "cuquitas" o muñequitas de
papel. Nos ayudaba con las canastillas
para las muñecas. No era costurera pero
nos confeccionaba y nos remendaba nuestra
ropa.
Los juguetes
preferidos de mi hermana y míos eran las muñecas y las cuquitas o muñequitas de
papel, a las cuales siempre le poníamos nombres americanos, y las guardábamos estas últimas
dentro de revistas y cuadernos. Esas eran
sus casas, pero protegiéndolas de algún modo, de los ratones y polillas.
Mima nos
organizaba fiestas pequeñitas con las vecinitas y vecinitos para los bautizos y
los cumpleaños de las muñecas. Hacía un
flan, con galleticas Oreol y Kool-Aid o jugos (en casa no se tomaban Sodas).
El baño
tenía un piso de cemento alisado y
brilloso, con una caída hacia el desagüe.
El inodoro no tenía tanque ni cadena
para halar. En una pila o llave que
salía como un tubo, desde el suelo, llenabas un cubo de agua, y con buena
puntería lo volcabas en el inodoro para que tragara. De niñas, mi madre venía a hacerlo, luego
aprendimos a hacerlo nosotras mismas, pero cuando fallabas, había que repetir
la operación, y tener cuidado de no mojarte la ropa. ¡Todo un proceso!
Tampoco había
situación en casa para comprar lo que otras tenían. Papi ganaba
poco como guagüero o trabajador de ómnibus,
y Mima ama de casa y madre, así que
tampoco teníamos rollos de papel sanitario.
En la pared había un clavo con un alambre colgado, donde enganchábamos
pedazos de periódicos o revistas para asearnos. Siempre nos reíamos de eso, éramos muy buenos lectores por todas partes.
jajaja. Y para las visitas mensuales femeninas en
casa, había que cortar toallas viejas de baño para hacer trapos a modo de
toallas sanitarias, y lavarlas a diario para esos menesteres.
Para bañarnos, no
había ducha ni bañera. Mima hervía la mitad de un cubo grande de agua en una de
las hornillas del fogoncito de Kerosene,
y nos lo ponía luego bajo la pila del
baño para rellenarlo con el resto de agua fría, así teníamos agua tibia. Y con una latica de leche condensada vacía dedicada
a esos menesteres, nos enjuagábamos el
agua luego de enjabonarnos, agachadas y de pie.
Por las mañanas,
antes del desayuno, poníamos una
palangana esmaltada con agua sobre el
inodoro y así nos lavábamos la cara.
Papi no podía
pagar escuelas privadas. Siempre fuimos
a las públicas que eran muy buenas en Cuba, además de 350 colegios católicos y
más de 100 protestantes, y otros muchos privados que con la llegada del
Comunismo Castrista desaparecieron. Cuando asistí al Segundo grado, Papi trató de enviarme a mí, a una escuela
privada y religiosa, llamada ''El Redentor, ''
y en ese curso hice mi primera comunión.
Pero Papi tuvo que desistir, era
mucho a pagar y más aún, cuando fuimos dos a estudiar. En cada acto cívico sin embargo de nuestra
escuela, mi hermana Bertica y yo, recitábamos
una poesía o leíamos alguna composición, o nos disfrazábamos según el homenaje,
o cantábamos juntas, nos anunciaban como
""El Dúo de las Hermanitas Sánchez."'
Recuerdo aquí en
Miami, ya casada y madre de tres
niños, en una reunión del Cuban Women's Club, una de las primeras organizaciones de
cubanos en el exilio, que varias damas conversaban de los colegios a donde
asistieron en Cuba... Unas hablaban de ''El Sagrado Corazón, '' otras, de "El Medici,'' "La Progresiva", que si "Las
Dominicas"" que si "el Colegio Baldor", que "Los
Salecianos" o "Belén" y así sucesivamente. Entonces unas se dirigieron a mí, " --¿Y tu Xiomara, a qué escuela
fuiste?" ... Y yo, muy relajada, les dije..."--Yo, fui a ''Las Pateadas del Corazón de María." jajaja.
Reímos todas juntas.
Mi padre llegó
apenas a un sexto grado, y mi madre a un quinto, de la primaria. Pero mi padre y sus hermanos, sobre todo Tío
René, leían mucho. Además mi padre tenía la educación de su
madre, mi abuela Juana, una católica ferviente y práctica, de misa diaria, con
cultura y buenos modales, maestra de profesión, y eso nos lo pasó en la crianza
a mi hermana y a mí. Abuela Juana nos
visitaba dos veces al año (en Julio en el cumpleaños de mi hermana, y en
Noviembre, en mi cumpleaños) y se pasaba
semanas en casa, éramos las nietas
mayores, y con ella visitábamos en casa
de nuestros tíos en Jacomino. Cuando
venían vacaciones del colegio, entonces mi hermana y yo íbamos a pasarlas en
Jaruco, con mi abuela y mis otras dos Tías, Elisa y Lourdes. Abuela Juana
nos corregía no solo en los estudios sino en el comportamiento, en los
modales. Y mi madre aunque menos
preparada, siempre apoyaba a mi abuela paterna en todo lo que hiciera con
nosotras, pues sabía que nos daba una
buena educación. Los principios morales
y los valores familiares y cívicos, eran importantes en mi hogar. Y aunque mi abuela iba a misa a diario, y en
mi casa mis padres eran católicos a su manera y no frecuentábamos la iglesia los
domingos, salvo algunas fechas, siempre
se oraba cada noche antes de dormir, se bendecían los alimentos, y hasta que murieron,
mi hermana y yo les pedíamos a mis padres su bendición.
Fue mi padre
quien nos enseñó a rezar todas las
noches, cuando yo tenía apenas 3 o 4 años.
Era tan lindo ahora recordar ver a mi madre frente a la Imagen del
Sagrado Corazón, mover silenciosamente los labios en oración, y persignarse
y santiguarse. Papi se sentaba en una
silla cerca de la imagen, y ya callado oraba.
Luego igual que Mima se persignaba y santiguaba. El ejemplo de ellos, con los demás, entre ellos y la familia y
amigos, fue mucho más poderoso que todas
las palabras. Hoy falta eso en tantos
hogares y en la sociedad en general. Creo que todo eso, y la Fe, es el mejor
legado que nuestros padres nos dieron, sin olvidar que nos animaron a estudiar
y mejorarnos siempre, y alcanzar lo que ellos, con sus limitaciones en su época
no alcanzaron.
No teníamos
posesiones materiales, ni éramos dueños
de casa, ni teníamos cuentas en el
Banco, se vivía al día. Papi nunca tuvo
vacaciones, siempre las trabajaba, pues le pagaban doble, y así mi madre podía comprarnos ropa y zapatos en el año. Abuelita Juana nos traía vestiditos que mi Tía
Lourdes, costurera y maestra de corte y confección, nos enviaba con ella a la Habana.
Mi Abuela Pepa
(la abuela materna la española) no era muy preparada de colegio, pero tenía un corazón de oro también. Si ibas a su casa siempre te esperaba con
algún potaje y un pedazo de pan...
-"Coman
pan, que el pan nutre" nos repetía.
Bertica y yo fuimos las nietas
menores entre 5 nietas. Cuando murió
Tía Olga, mi hermana y yo tomábamos turnos en ir a dormir con ella para
hacerle compañía pues estaba muy triste.
Recuerdo las
Nochebuenas, Papi hacía una lista de las
cosas que hacían falta para la cena, y cada familia aportaba algo. Se hacía una mesa gigantesca
con tablones largos en el portal
sobre cajones, y se ponían sillas y banquetas, o cajas de soda o cerveza vacías
para poder sentar a todos. Siempre
teníamos un lechón asado en casa, y mil comidas y golosinas, y nunca faltaba el
fricasé de guineos, y los turrones y membrillo.
Ah y los buñuelos típicos. Luego
con el cambio de gobierno en Cuba, se eliminaron las fiestas religiosas, y
comenzaba todo a escasear de comidas, vestido y calzado... Se iban perdiendo
valores y libertades. Era tiempo de
salir de Cuba, y así mi padre lo estimó, no quería vernos vivir de otro modo. Pero los dos países Estados Unidos y Cuba
rompieron relaciones y con pasaportes y visas nos quedamos en 1962.
No fue hasta
1968, que finalmente pudimos salir de
Cuba a Miami. Pero nunca olvidaré la
amabilidad de mi madre, tan dulce y
siempre sirviendo con una sonrisa,
ayudando a todos, con una humildad increíble. Ni tampoco olvidaré ninguno de sus consejos, ni
todos los ejemplos de vida de mis
padres, y las palabras tan especiales de mi padre.
El nos explicó a mi hermana y a mí ,
que éramos unas jóvenes adolescentes al llegar a esta ciudad, que ningún país puede cambiar las raíces que traemos, ni olvidar a la
familia, ni los valores inculcados desde la cuna. Que la honradez, la sencillez,
y la sinceridad eran joyas valiosas del
carácter, porque así lo aprendió con mi abuelo, el campesino. Que
dar la palabra o hacer un compromiso no
solo era ética, sino que era algo sagrado, que daba fe y testimonio para que nos respeten y nos tengan confianza por nuestra credibilidad. Que ser pobre no era una deshonra, pero que no le
tuviéramos miedo al dinero tampoco, pues era necesario para vivir, y resolvía muchas buenas obras y
necesidades, además de la importancia de
la salud. Que para tener amigos, había que saber ser un amigo, nos decía. Que
quien no vive para servir, no sirve para vivir. Que Dios nos amó primero, y por lo tanto
teníamos que saber perdonar y amar. Y que todo había que consultarlo con Dios, que
era nuestro Creador y Padre, por eso cada
vez que le presentamos algún plan o proyecto de vida, nos decía, --"Si Dios quiere, Si Dios lo
permite."
Y así lo he
aplicado desde niña, porque mis padres
fueron y siempre serán mis mejores maestros, educadores y mis héroes. Y trato de pasar esos valores a mis hijos y
nietos, a todos los que vengan a mi círculo de amigos, cada oportunidad que el tiempo me
ofrezca.
La vida cambia de vez en cuando, por diferentes
situaciones, yo he estado con más o con
menos, con muchos o con pocos, con llantos o con risas, pero esos orígenes, esas raíces, de donde
vine y lo que viví en mi niñez y juventud,
nunca las oculto ni las olvido, porque fui bendecida con un hogar
sencillo pero con mucho amor y tiempo para amarnos . Tampoco
me quedé estancada, seguí aprendiendo, puliéndome, y tratando de ser un poco
mejor cada día hasta el final de mi vida, pero sin humillar ni despreciar a nadie, ni
creerme mejor que nadie. Porque la verdadera humildad, pare hijos
gigantes, y no omite los orígenes.