EL PAPADO: en la Iglesia Católica
Xiomara J. Pages
Abril 19-2023
(Vaticano en Roma ....Recopilación de mis investigaciones en sitios de la internet, artículos, escritos
y artículos de teólogos y sacerdotes, etc. para hacer constancia de este tema que muchos no tienen claro. Yo solo lo he plasmado aquí todo lo que he encontrado)
¿Quién fue el primer sucesor de San Pedro?
PEDRO, el primer Papa
pidió ser crucificado cabeza abajo (no se consideraba digno de morir igual que
su maestro). Antes de expirar, Pedro eligió a su sucesor, Lino, un
toscano (Italia), que también murió mártir.
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Iglesia. El primer cónclave de la Historia se celebró en Cesarea de
Felipe. A cielo abierto. En presencia de todo el colegio apostólico, pero con
un único elector: Jesús de Nazaret. Antes de nombrar al primer Papa,
Jesucristo les plantea a sus discípulos dos preguntas.
La primera: «¿Quién dice la
gente que soy yo?».
La segunda: «¿Y vosotros, quién decís que soy?». A la primera
contestan todos. A la segunda, sólo
Pedro: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo».
Ante esta confesión, Jesús le elige: «Tú eres Pedro y sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia. Y las puertas del infierno no prevalecerán contra
ella». Le da el después llamado poder de las llaves: «Lo que atares en la
tierra quedará atado en el cielo y lo que desatares en la tierra quedará
desatado en el cielo» (Mateo 16, 18-19).
Las llaves dadas simbólicamente a Pedro se convirtieron en el siglo XV en el
escudo oficial de la Santa Sede: dos grandes llaves cruzadas. Una de oro, que
simboliza el poder del reino de los cielos. Y otra de plata, que indica la
autoridad papal en la tierra. Los dientes de las llaves están arriba y las
cabezas abajo, es decir, en manos del vicario de Cristo. El cordón rojo que
une las empuñaduras simboliza la unión de ambos poderes en el Papa.
En Cesarea quedó, pues, establecido el papado. Un papado sui generis. Porque,
como aseguran muchos de los más prestigiosos teólogos, «Cristo vino a
predicar el Reino de Dios, no a fundar una Iglesia con la estructura con la
que hoy la conocemos». Y, además, porque si Pedro alcanzó alguna primacía en
el colegio apostólico (remedo del actual colegio cardenalicio) fue sólo la
primacía de un primus inter pares (primero entre los iguales).Una primacía
que, además, le fue disputada al primer Papa. Primero por Santiago el Mayor,
que, por ser de la familia de Jesús, consideraba tener ciertos derechos
sucesorios y, además, gozaba de evidente prestigio entre las autoridades
judías de su tiempo.
Además, a Pedro le hacen sombra otros dos apóstoles. Uno, Juan Evangelista.
El otro, Pablo de Tarso, derribado del caballo cuando iba camino de Damasco y
convertido de perseguidor en «apóstol de los gentiles». El conflicto se
enconó entre Santiago y Pablo por sus divergencias en torno a la identidad de
la naciente religión cristiana. El primero, abogaba por una religión sólo
para los judíos o para los gentiles (no judíos) que se convirtiesen, de
alguna manera, al judaísmo y aceptasen el símbolo de la circuncisión.
Pablo, abierto a la universalidad, optaba claramente por predicar la buena
noticia del Evangelio a todos los pueblos sin necesidad de que se sometiesen
a los ritos judíos. Pedro estaba en el medio.La situación llegó a tensarse
tanto que tuvo que reunirse el primer concilio de la historia de la Iglesia.
Se celebró en Jerusalén en torno al año 50 y en él se acordó que el Evangelio
era para todos los hombres, según el mandato del propio Cristo: «Id por todo
el mundo».
Pablo y sus discípulos proclaman el nuevo credo por todo el
Mediterráneo.Algunos dicen que llegan incluso a Tarragona. Pedro, por su
parte, se traslada a Antioquía y, desde allí, a Roma, donde se establece y se
convierte en su primer obispo. Y Roma es, desde entonces, la sede del obispo
y del papado, la caput mundi (cabeza del mundo cristiano). En Roma, según la
tradición, a Pedro le acompañaba su hija Petronila. Unos dicen que era su
hija carnal (dado que el primer Papa estuvo casado y tuvo familia, según
cuenta el Evangelio). Otros, sólo su hija espiritual. De hecho, su propio
nombre es una clara alusión a Pedro. En cualquier caso, Petronila estaba
dotada de una extraordinaria belleza.
Un día, un joven juez romano, Flacco, la vio por la calle, se enamoró de ella
y la pidió en matrimonio. Pero ella quería seguir siendo virgen, pidió a su
pretendiente tres días para pensárselo y a su padre que la hiciese enfermar.
Y Petronila enfermó y a los tres días murió.
Flacco se quedó sin mujer y Pedro, solo. Y comenzó a tener problemas con las
autoridades. Sobre todo, allá por el año 67, cuando arreciaba la primera
persecución general contra los cristianos, desatada por Nerón, que echó la
culpa del incendio de Roma a unos «judíos incitados por un tal Chrestus»,
según cuenta el historiador Suetonio.
El primer Papa habitaba entonces en casa del senador Pudens y seguramente
pensó que, dadas las circunstancias, era mejor ocultarse por algún tiempo en
alguna casa de campo de la via Apia. Allí, según una antigua tradición, tuvo
lugar el encuentro entre Jesús y Pedro, inmortalizado por la novela de Henrik
Sienkiewicz Quo vadis?, llevada al cine por Hollywood. Al ver a su maestro,
Pedro le pregunta:
-Domine, quo vadis? (¿Adónde vas, Señor?)
-Voy a Roma para ser crucificado de nuevo, contestó el Señor.
Pedro entendió el mensaje, volvió a Roma. Detenido, fue condenado a morir
como Cristo. Pero el primer Papa pidió ser crucificado cabeza abajo (no se
consideraba digno de morir igual que su maestro).Antes de expirar, Pedro
eligió a su sucesor, Lino, un toscano, que también murió mártir. Y así, por
elección testamentaria, se siguieron eligiendo a todos los papas del siglo I:
Anacleto, Clemente, Evaristo... Con el tiempo, la elección pasó a manos de
los presbíteros, del pueblo e, incluso, del emperador. El cónclave tal y como
se conoce en la actualidad data de 1271.Y así llegó hasta hoy con los
oportunos retoques.
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CLAVES
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DE JESUS AL CONCLAVE ACTUAL
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Fue el propio Jesús quien designó al primer Papa: «Tú eres Pedro y sobre esta
piedra edificaré mi iglesia». / Durante el siglo primero, era el propio Papa
quien elegía a su sucesor. / El modo de elección ha ido cambiando con los
siglos. A veces eligió el pueblo e incluso el emperador. / El actual sistema
de elección, el cónclave, data del siglo XIII.
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Jesucristo le
dijo a Pedro: Sobre esta piedra edificaré mi iglesia, queriendo decir que sobre
el fundamento de que Jesucristo era el Mesías, el salvador del mundo, se
basaría la doctrina cristiana; y más adelante Jesús le dice a Pedro que nadie
era mayor ni menor que los otros... entonces ¿por qué se le considera a Pedro
el primer “Papa”?
Las Sagradas
Escrituras afirman que nadie puede poner otro fundamento al que ya está puesto,
el cual es Jesucristo; el mismo apóstol Pedro en una de sus cartas proclama que
Cristo ha venido a ser piedra angular de la Iglesia. Por otra parte, en Mateo
16,18, Cristo habla con Pedro y le dice: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia”. En la versión de la Biblia en griego, Pedro se traduce
como pequeña piedra, y a la piedra donde se edificará la Iglesia se traduce de
manera diferente. ¿Es entonces Pedro la base de la Iglesia?
Quisiera
saber... acerca de la veracidad de que San Pedro estuvo en Roma y fue el primer
Papa y cómo podría yo decirles o demostrar que esto es cierto a quienes lo
cuestionan.
Son varias preguntas
muy relacionadas entre sí, y que encierran cuestiones que afectan no sólo a la
exégesis de los textos bíblicos, sino también a la historia (por ejemplo, la
última sobre si Pedro estuvo en Roma) y a la interpretación tradicional. Antes
de responder este tipo de cuestionamientos, ha de tenerse presente la Nota
Introductoria con la que empezamos cada una de nuestras respuestas, y también
que en el primer capítulo hemos indicado cómo la Biblia misma nos dice que ella
no es la única fuente de autoridad y revelación, enviándonos a la Tradición
(con mayúsculas); por tanto, no necesariamente todo lo que creemos ha de
contenerse exclusivamente en la Biblia. Pretender esto no es bíblico y sería ir
contra la Biblia misma. De todos modos, podemos adelantar que las objeciones
principales pueden responderse adecuadamente con la Biblia bieninterpretada.
EL PRIMADO DE PEDRO
Para los católicos es una verdad de fe que Cristo constituyó al apóstol San
Pedro como primero entre los apóstoles y como cabeza visible de toda la
Iglesia, confiriéndole inmediata y personalmente el primado de jurisdicción.
El Concilio Vaticano I definió y lo repitió con fuerza el Concilio Vaticano II1;
sin embargo, esta verdad fue reconocida desde los primeros tiempos, como
podemos constatar apelando a la historia y a los textos de los primeros
escritores cristianos (algunos de ellos llamados Padres de la Iglesia). Éstos,
de acuerdo con la promesa bíblica del primado, dan testimonio de que la Iglesia
está edificada sobre Pedro y reconocen la primacía de éste sobre todos los
demás apóstoles. Tertuliano (fines del siglo II y comienzos del III) dice de la
Iglesia: “Fue edificada sobre él”2. San Cipriano dice, refiriéndose
a Mt 16,18s: “Sobre uno edifica la Iglesia”3. Clemente de Alejandría
llama a San Pedro “el elegido, el escogido, el primero entre los discípulos, el
único por el cual, además de por sí mismo, pagó tributo el Señor”4.
San Cirilo de Jerusalén le llama “el sumo y príncipe de los apóstoles”5.
Según San León Magno, “Pedro fue el único escogido entre todo el mundo para ser
la cabeza de todos los pueblos llamados, de todos los apóstoles y de todos los
padres de la Iglesia”6.
En su lucha contra el arrianismo, muchos padres interpretaron que la roca sobre
la cual el Señor edificó su Iglesia era la fe en la divinidad de Cristo,
confesada por San Pedro, pero sin excluir por eso la relación de esa fe con la
persona de Pedro, relación que se indica claramente en el texto sagrado. La fe
de Pedro fue la razón de que Cristo le destinara para ser fundamento sobre el
cual habría de edificar su Iglesia.
No negamos –sino que es parte esencial de nuestra fe– que la cabeza invisible
de la Iglesia es Cristo glorioso. Lo que sostenemos es que Pedro hace las veces
de Cristo en el gobierno exterior de la Iglesia militante, y es, por tanto,
vicario de Cristo en la tierra.
Se opusieron a este
dogma la Iglesia ortodoxa griega y las sectas orientales, algunos adversarios
medievales del papado (Marsilio de Padua y Juan de Jandun, Wicleff y Hus),
todos los protestantes, los galicanos y febronianos, los viejos católicos (Altkatholiken)
Y LOS Modernistas.
FundamentoBíblico
No puede negarse esta verdad si tenemos ante los ojos los Evangelios y el resto
de los escritos del Nuevo Testamento (salvo que tengamos partido tomado de
antemano en contra del primado de Pedro y forcemos los textos o les hagamos
callar lo que dicen a voces).
Cristo distinguió desde un principio al apóstol San Pedro entre todos los demás
apóstoles. Cuando le encontró por primera vez, le anunció que cambiaría su
nombre de Simón por el de Cefas, que significa “roca”: Tú eres Simón, el hijo
de Juan [Jonás]; tú serás llamado Cefas (Jn 1,42; cf. Mc 3,16). El nombre de
Cefas indica claramente el oficio para el cual le ha destinado el Señor (cf. Mt
16,18). En todas las menciones de los apóstoles, siempre se cita en primer
lugar a Pedro. En Mateo se le llama expresamente “el primero” (Mt 10,2). Como,
según el tiempo de la elección, Andrés precedía a Pedro, el hecho de aparecer
Pedro en primer lugar indica su oficio de primado. Pedro, juntamente con
Santiago y Juan, pudo ser testigo de la resurrección de la hija de Jairo (Mc
5,37), de la transfiguración (Mt 17,1) y de la agonía del Huerto (Mt 26,37). El
Señor predica a la multitud desde la barca de Pedro (Lc 5,3), paga por sí mismo
y por él el tributo del templo (Mt 17,27), le exhorta a que, después de su
propia conversión, corrobore en la fe a sus hermanos (Lc 22,32); después de la
resurrección se le aparece a él solo antes que a los demás apóstoles (Lc 24,34;
1Co 15,5).
A San Pedro se le prometió el primado después que hubo confesado solemnemente,
en Cesarea de Filipo, la mesianidad de Cristo. Le dijo el Señor: Bienaventurado
tú, Simón, hijo de Jonás, porque no es la carne ni la sangre (Mt 16,17-19).
Estas palabras se dirigen inmediata y exclusivamente a Pedro. Ponen ante su
vista en tres imágenes la idea del poder supremo en la nueva sociedad que
Cristo va a fundar. Pedro dará a esta sociedad la unidad y firmeza
inquebrantable que da a una casa el estar asentada sobre roca viva (cf. Mt 7,24
y siguientes). Pedro ha de ser también el poseedor de las llaves, es decir, el
administrador del reino de Dios en la tierra (cf. Is 22,22; Apoc 1,18; 3,7: las
llaves son el símbolo del poder y la soberanía). A él le incumbe finalmente
atar y desatar, es decir (según la terminología rabínica): lanzar la excomunión
o levantarla, o también interpretar la ley en el sentido de que una cosa está
permitida (desatada) o no (atada).
De acuerdo con Mt 18,18, donde se concede a todos los apóstoles el poder de
atar y desatar en el sentido de excomulgar o recibir en la comunidad a los
fieles, y teniendo en cuenta la expresión universal (cuanto atares... cuanto
desatares), no es lícito entender que el pleno poder concedido a Pedro se
limita al poder de enseñar, sino que resulta necesario extenderlo a todo el
ámbito del poder de jurisdicción. Dios confirmará en los cielos todas las
obligaciones que imponga o suprima San Pedro en la tierra.
Algunos han tratado de interpretar este pasaje en el sentido de que Cristo
habría dicho: tú eres Pedro y (señalando ahora no a Pedro sino a sí mismo)
sobre esta Piedra (Jesucristo) edificaré mi Iglesia. Según éstos, esta
interpretación se deduce de que en el texto griego la palabra usada para Pedro
es Petros y la palabra usada para piedra es petra. Quisiera responder a esto
usando las palabras de un protestante convertido, James Akin:
"Según la
regla de interpretación anticatólica, petros significa ‘piedra pequeña’
mientras que petra significa ‘piedra grande’. La declaración: ‘Tú eres Pedro
[Petros]’ debería ser interpretada como una frase que subraya la
insignificancia de Pedro"
Los evangélicos creen
que lo que Cristo quiso decir es: ‘Pedro, tú eres una piedrita, pero yo
edificaré mi Iglesia en esta masa grande de piedra que es la revelación de mi
identidad’. Un problema con esta interpretación, que muchos estudiosos
protestantes de la Biblia admiten8, es que mientras que petros y
petra tuvieron estos significados en la poesía griega antigua, la distinción
había desaparecido ya en el primer siglo, cuando fue escrito el evangelio de
Mateo. En ese momento, las dos palabras significaban lo mismo: una piedra. Otro
problema es que cuando Jesús le habló a Pedro, no le habló en griego sino en
arameo. En arameo no existe una diferencia entre las dos palabras que en griego
se escriben petros y petra. Las dos son kêfa; es por eso que
Pablo a menudo se refiere a Pedro como Cefas (cf. 1Co 15,5; Gal
2,9). Lo que Cristo dijo en realidad fue: ‘Tú eres Kêfa y sobre esta kêfa
edificaré mi Iglesia’. Pero aun si las palabras petros y petra tuvieran
significados diferentes, la lectura protestante de dos ‘piedras’ diferentes no
encuadraría con el contexto. La segunda declaración a Pedro sería algo que lo
disminuye, subrayando su insignificancia con el resultado que Jesús estaría
diciendo: ‘¡Bendito eres tú Simón hijo de Jonás! Tú eres una piedrita
insignificante. Aquí están las llaves del reino’. Tal serie de incongruencias
hubiera sido no sólo rara sino inexplicable. (Muchos comentaristas protestantes
reconocen esto y hacen todo lo posible para negar el significado evidente de
este pasaje, a pesar de lo poco convincentes que puedan ser sus explicaciones).
También me di cuenta de que las tres declaraciones del Señor a Pedro estaban
compuestas por dos partes, y las segundas partes explican las primeras. La
razón porque Pedro es ‘bienaventurado’ fue porque ‘la carne y sangre no te han
revelado esto, sino mi Padre que está en los cielos’ (v. 17). El significado
del cambio de nombre, ‘Tú eres Piedra’ es explicado por la promesa, ‘Sobre esta
piedra edificaré mi Iglesia y los poderes de la muerte no prevalecerán contra
ella’ (v.18). El propósito de las llaves es explicado por el encargo de Jesús:
‘Lo que ates en la tierra será atado en el cielo’ (v.19). Una lectura cuidadosa
de estas tres declaraciones, poniendo atención en el contexto inmediato y en
interrelación, muestra claramente que Pedro fue la piedra de la cual habló
Jesús. Éstas y otras consideraciones me revelaron que las interpretaciones
estándar anticatólicas de este texto no podían quedar en pie después de un
cuidadoso estudio bíblico.
Habían arrancado a la fuerza la segunda declaración de Pedro de su contexto. Yo
ratifiqué mi interpretación, concluyendo que Pedro era verdaderamente la piedra
sobre la cual Jesús edificó su Iglesia. Creo que esto es lo que un lector sin
prejuicios concluiría después de un cuidadoso estudio gramatical y literario de
la estructura del texto. Si Pedro era, de hecho, la piedra de que hablaba
Jesús, eso quería decir que él era la cabeza de los apóstoles (...) Y si Pedro
era la cabeza terrenal de la Iglesia, él reflejaba la definición más básica del
Papado”. 9
Contra todos los intentos por declarar este pasaje (que aparece únicamente en
San Mateo) como total o parcialmente interpolado en época posterior, resalta su
autenticidad de manera que no deja lugar a duda. Hasta se halla garantizada, no
sólo por la tradición unánime con que aparece en todos los códices y versiones
antiguas, sino también por el colorido semítico del texto, que salta bien a la
vista. No es posible negar con razones convincentes que estas palabras fueron
pronunciadas por el Señor mismo. No es posible mostrar tampoco que se hallen en
contradicción con otras enseñanzas y hechos referidos en el Evangelio.
El primado se lo concedió definitivamente el Señor a Pedro cuando, después de
la resurrección, le preguntó tres veces si le amaba y le hizo el siguiente
encargo: Apacienta mis corderos, apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas
(Jn 21,15-17). Estas palabras, lo mismo que las de Mt 16,18s, se refieren
inmediata y exclusivamente a San Pedro. Los “corderos” y las “ovejas”
representan todo el rebaño de Cristo, es decir, toda la Iglesia (cf. Jn 10).
“Apacentar”, referido a hombres, significa lo mismo que gobernar (cf. Hch 20,28),
según la terminología de la antigüedad profana y bíblica.
Pedro, por este triple encargo de Cristo, recibió el supremo poder gubernativo
sobre toda la Iglesia.
Después de la ascensión a los cielos, Pedro ejerció su primado. Desde el primer
momento ocupa en la comunidad primitiva un puesto preeminente: Dispone la
elección de Matías (Hch 1,15ss); es el primero en anunciar, el día de
Pentecostés, el mensaje de Cristo, que es el Mesías muerto en la cruz y
resucitado (2,14 ss); da testimonio del mensaje de Cristo delante del Sanedrín
(4,8 ss); recibe en la Iglesia al primer gentil: el centurión Cornelio (10,1
ss); es el primero en hablar en el concilio de los apóstoles (15,17 ss); San
Pablo marcha a Jerusalén “para conocer a Cefas” (Gal 1,18).
Pedro, obispo de Roma y Primer Papa
Una antigua tradición, basada en los anales de la Iglesia y de la Arqueología
romana, nos indica que Pedro muere en Roma, donde fue obispo. Éste es el origen
de la preeminencia del obispo de Roma sobre los demás obispos sucesores de los
Apóstoles.
Tiene fundamento escriturístico en el texto de 1Pe 5,13: La Iglesia que está en
la Babilonia, elegida juntamente con vosotros, y Marcos mi hijo, os saludan. La
expresión “Babilonia” se refiere a Roma, como notan todos los exegetas: “casi
todos los autores antiguos y la mayor parte de los modernos, ven designada en
esta expresión a la Iglesia de Roma... El nombre de Babilonia era de uso
corriente entre los judíos cristianos para designar la Roma pagana. Así es
llamada también en el Apocalipsis (14,8; 16,19; 17,15; 18,2.10), en los libros
apócrifos y en la literatura rabínica. La Babilonia del Éufrates, que en tiempo
de San Pedro era un montón de ruinas, y la Babilonia de Egipto, pequeña
estación militar, han de ser excluidas”10.
Esto lo reconocen incluso los autores protestantes serios. Por ejemplo, Keneth
Scott Laturet, prestigioso historiador, escribe en su libro “Historia de la
Iglesia”: “Pedro viajaba, porque sabemos estuvo en Antioquía, y lo que parece
una tradición digna de confianza, sabemos que estuvo en Roma y allí murió”11.
La Enciclopedia Británica da la referencia de todos los obispos de Roma,
comenzando por San Pedro y terminando por Juan Pablo II, 264 Obispos en
sucesión sin interrupción12. Si ya ha sido actualizada, figurará
Benedicto XVI como el número 265.
La “New American Encyclopedia” dice en su sección sobre los Papas: “Cuando San
Pedro dejó Jerusalén vivió por un tiempo en Antioquía antes de viajar a Roma
donde ejerció como Primado”.
Muy fuerte es también
el testimonio de la tradición que manifiesta la enorme importancia que tuvieron
los primeros obispos de Roma sobre la naciente Cristiandad, justamente por ser
sucesores de Pedro. Así, por ejemplo, en el año 96, o sea 63 años después de la
muerte de Cristo, ante un grave conflicto en la comunidad de Corinto, quien
tomó cartas para poner orden fue el Obispo de Roma, el Papa Clemente, y esto a
pesar de que en ese tiempo, todavía vivía el Apóstol Juan en la cercana ciudad
griega de Éfeso. Sin embargo, fue una carta de Clemente la que solucionó el
problema y aún doscientos años después de este hecho se leía esta carta en esa
Iglesia. Esto sólo es explicable por la autoridad del sucesor de Pedro en la
primitiva Iglesia.
Ireneo, obispo de Lyon, y Padre de la Iglesia de la segunda generación después
de los Apóstoles, escribía pocos años después: “Pudiera darles si hubiera
habido espacio las listas de obispos de todas las iglesias, mas escojo sólo la
línea de la sucesión de los obispos de Roma fundada sobre Pedro y Pablo hasta
el duodécimo sucesor hoy”.
Según el primer historiador de la Iglesia, Eusebio de Cesarea (año 312), esta
sucesión es una señal y una seguridad de que el Evangelio ha sido conservado y
transmitido por la Iglesia Católica.
Bibliografía:
Hubert Jedin, Historia de la Iglesia, Herder, Barcelona, tomo I;
Llorca-García Villoslada, Montalbán, Historia de la Iglesia Católica, Tomo I,
Edad Antigua, BAC, Madrid 1976, pp. 112-122 (en las notas a pie de página puede
verse una abundante bibliografía bíblica, histórica y arqueológica referida a
estos hechos); Vizmanos-Riudor, Teología Fundamental, BAC, Madrid 1966, pp.
594-624; M. Schmaus, Teología dogmática, Rialp, Madrid 1962, T. IV: La Iglesia,
448-484 y 764-785; C. Journet, L´Église du Verbe incarné, T. I: La hiérarchie
apostolique, 2ª ed. 1955; G. Glez, Primauté du Pape, “Dictionnaire de Théologie
Catholique”, XIII, col. 344 ss.; E. Dublanchy, Infaillibilité
du Pape, en “Dictionnaire de Théologie Catholique”, VII, col. 1638-1717; J.
Madoz, El primado romano, Madrid 1936; O. Karrer, La sucesión apostólica y el
Primado, en: “Panorama de la teología actual”, Madrid 1961, 225-266; G.
Philipe, La Iglesia y su misterio en el Concilio Vaticano II, Barcelona 1969,
T. I, pp. 363-380; C. Fouard, Saint Pierre et les premiéres années du
Christianisme, 10ª ed. París 1908; P. De Ambroggi, S. Pietro Apostolo, Rovigo
1951; A. Penna, San Pedro, Madrid 1958; R. Leconte, Pierre, en DB (Suppl.)
IV,128 ss.; G. Glez, Pierre (St.), “Dictionnaire de Théologie Catholique”,
XIII, col. 247-344; E. Kirschbaum, E. Jynyent, J. Vives, La tumba de S. Pedro y
las catacumbas romanas, Madrid 1954; G. Chevrot, Simón Pedro, Madrid 1970.