Padre....en Tu Día
de Xiomara J. Pages (Día de los Padres) Junio 16, 2013
Fuiste tú, el que me llevó a la clínica de Maternidad Obrera en la Habana,
a ver a mi hermanita más chica cuando nació... Quedé al cuidado tuyo y
de mi abuela materna, para que mi madre tuviera a mi hermana. Pero fuiste tú, quien mayormente cuidó de mí...
Mi abuelita materna corría entre
la clínica y nuestra casa. Yo tenía apenas un año y 8 meses, por
supuesto que no lo recuerdo, pero cada cumpleaños, de mi hermana o mío, nos contabas
nuestras historias, una y otra vez... Cómo aprendimos a caminar y hablar,
cómo nos
cambiaste los pañales mojados en la madrugada antes de irte a
trabajar, y no despertabas a mi
madre (algo nunca escuchado por esa
época con tanto machismo). Cuando nos
construiste un columpio de madera, junto con un tio político... Sé que nos amaste muchísimo.
Éramos las "niñas de tus ojos." Disfrutabas contando los detalles, y las anécdotas de tu niñez y juventud, y de tu familia y tu
hogar... como también nos contabas las que
conocías de la niñez y juventud de mi
madre, y cómo se conocieron. Creo que eso lo heredé de tí, interesarme por los relatos de la familia,
observar el amor que nos unía a todos. Me
diste tu sabiduría poco a poco,
me enseñaste sobre la verdadera amistad,
cuando te pregunté del por qué
tenías tantos amigos, y como Emerson, sin tú conocerlo, dijiste
lo mismo, "Para tener amigos, hay que saber ser uno."
Ya mayorcita, como con tres años o
más, recuerdo que eras tú quien se sentaba al borde de la cama, a enseñarme a rezar
un 'Padre
Nuestro' o un 'Ave
María,' a orar a Dios... Contigo aprendí oraciones simples para niños, y cantos a la Virgen y al Niñito Jesús...
"Ninito, hermanito,
Dulcísimo Bien,
te mando un besito,
mi canto también.
Tu madre es mi madre,
Madre de la Luz,
y
Tú eres mi hermano,
Niñito Jesús."
No eras de
visitar templos o iglesias, pero siempre
fuiste muy creyente, no había planes en tu boca,
que carecieran de un "Si
Dios quiere." Nos enseñaste a pedir
tu bendición y la de mima, cada
noche al acostarnos. Si me despertaba con una pesadilla o con miedo a la oscuridad, eras tú
quien primero corría a mi lado al escucharme
llorar... Dicen que Madre hay una sola, pero un buen padre es único también.
Trabajabas en ómnibus, y la 'guagua'
como le llamamos los cubanos,
doblaba por la esquina de donde
vivíamos, y tú, Papi, te tirabas
un momento a la carrera, solo para verme de
bebita... para luego seguir en la ruta. En una ocasión, bajaste del
ómnibus al ver en el portal a mi abuela
y otra vecina española, y a mima cargándome, que te hacían señales de que vinieras y vieras como
yo había aprendido a darme
palmaditas en la boca y decir..."Ahhhhhh".....
hasta eso nos contabas. Tu
familia era numerosa y muy unida... la
de mi madre no era tan numerosa y eran todos españoles de ambos lados, pero no eran tan unidos
y cariñosos como
los tuyos. Sin embargo, ambos
lados se querían, y nunca ví
pugnas de suegras, ni entre mi abuela materna y tú, ni entre mi abuela paterna y mi madre.... No conocí a mis
abuelitos, pero tú me enseñaste a amar a tu padre, con tus historias y tu amor, y ver
tus ojos con lágrimas.... Los Sánchez, eran como las hormiguitas, podían tener
sus diferencias en un momento dado, pero
tú siempre nos recordabas, "La Familia es siempre la familia, es
nuestra sangre" y así lo aprendimos bien.
Eras
un hombre firme y educado, de valores
y moral, extremedamente honesto y muy
alegre, conversador, algo que
heredé de ti... dicharachero, al igual que mi madre... Te gustaba contar chistes, y
aunque no bailabas tan bien como ella, te gustaba la música y cantar.
El radio siempre estaba puesto en
casa, y los dos eran dos cascabeles.
Vivíamos al lado de una pareja de
"abuelos postizos" españoles: Mercedes (para nosotros, Mechede)
y
José (le deciamos 'el
gallego'). Muchas fotos de cuando bebitas y niñas fueron tomadas en casa
de este lindo matrimonio. Yo les
pedía comida cuando iba a su casa, y tú
me contabas, que yo les decía: "Mechede,
la papa... Mechede, la papa."
Sus hijos e hijas eran amigos tuyos y de mi madre, algunos fueron hasta compañeros de clases en
la escuela. Escuela donde más tarde,
asistimos mi hermanita y yo. Tenían
otros amigos comunes a las familias,
entre ellos, un señor que desconozco el
nombre, pues le llamaban por un
apodo. Este aún no estaba casado, pero tenía su novia
para casarse, por el tiempo en que yo
tenía unos cuatro años. Este joven vivía
alquilando un cuarto al fondo de la casa de Mechede
y el Gallego...
Por ese entonces, mi única
hermanita menor, apenas algo más
que dos años, se había dormido en los
brazos de mi mamá, que charlaba visitando a su vecina Mercedes (Mechede). Yo, soñadora y observadora de la naturaleza
como siempre, jugaba en el jardín delantero de
la casona.... Mientras corría
detrás de las mariposas, y arrancaba unas florecitas muy abundantes en Cuba, llamadas "Maravillas".... no me
percataba que alguien me observaba. A
estas florecitas les sacábamos lo del centro, para entrelazarlas como cadenas... Así, nos hacíamos
coronas, pulseras, collares,
etc.... De pronto, por el pasillo de la
casa, me silbó sutilmente
aquel joven sin nombre,
pero con apodo... comprometido para casarse pronto... y me llevó a su cuarto.... Sentí que manoseaba todo mi cuerpo hasta llegar a mis partes íntimas ... luego me subió
el vestidito, y me bajó la
pantaleta... colocándome sobre la
cama, de espaldas a él.... Pude sentir
toda su masculinidad... mientras temblaba de miedo y de susto, sin poder
comprender a esa
edad de cuatro añitos, lo que estaba pasando... pero presentía que no
era bueno.... Solo recuerdo cerrar mis ojos y pensar en aquella oración que mi padre me había enseñado, "Angel de mi Guarda, Dulce
Compañía, no me desampares ni de noche ni de día..." y la voz de mi madre se escuchó, alta y clara... "¿Xiomarita, dónde estás?... Niña, ¿dónde te has metido?"... Aquel
joven se detuvo en su faena, a punto ya de violarme, y nervioso,
me subió los calzones, y me
arregló la ropita y el pelo... Nunca olvidaré su
advertencia, seca, amenazadora y firme,
"No le digas de esto a nadie, no te creerán, y además yo me enteraré y me pondré muy enojado."
Asustada, salí corriendo
de allí, lo más rápido que pude a lo
largo del pasillo hasta el jardín delantero, para abrazarme a las piernas de mi madre, que no comprendía
mi exagerada alegría al verla.
Guardé este secreto por más de 30
años, y lo confesé al que
entonces era mi esposo y padre de mis hijos, cuando apenas el
menor de mis tres hijos, era un bebé. Mi
marido no lo podía creer, pues reconocía
mi entereza y dádiva en la intimidad, y
no había podido pensar jamás que yo hubiera pasado por un mal rato como éste.
En algunos casos, una experiencia como ésta, puede influenciar la orientación sexual de una persona, sin embargo, en mí, hizo definir desde muy temprano
mi predilección por el sexo opuesto, y
marcó aún más mi femenidad, lo cual agradezco a Dios. Tal vez por eso, me atrajo siempre el
personaje algo infantil y sensual de la
muñequita Betty Boop... un personaje animado de cartoon, tan femenina e independiente. Al
principio, temía acercarme a las figuras masculinas de mi familia, incluyéndote a ti,
Papi. Pero tu amor de padre, el
de mis tíos, y primos, y ese calor especial de familia, borraron la mala
experiencia, y con los años llegué
a apreciar el privilegio y regalo que era el sexo para los seres humanos, cuando está
dentro de los parámetros civilizados, sobre todo entre adultos concientes, y no en
abusos infantiles.
Recuerdo esta experiencia, porque fue precisamente el tenerte como padre, aún cuando tú desconocías,
este desagradable momento de mi vida, hasta que
ya era una señora casada y madre, lo que hizo
una gran diferencia. Dicen que la relación entre padre
e hija es muy importante para definirnos, y tú fuiste para mí muy especial,
como yo lo fui para tí. Por eso,
a pesar de mi divorcio, no puedo odiar a
los hombres, amo a todos los seres
humanos, porque fuiste tú,
un hombre amante de todos. Nos
quisiste tanto a mi hermana y a mí, y nos protegiste tanto, que no podías concebir, el día que te lo conté, que tu protección
no me hubiera alcanzado
aquel día; más, sin embargo, estaba la protección de Dios, y de mis ángeles,
que sí me protegieron en ese instante, y la bendición
que tú y mima,
me regalaban cada noche. Fuiste
tú quien me enseñó
a pedir y a agradecer en oración.
Yo
fui la primera nieta y sobrina de
tu lado: mi hermana y yo, las mayores; y a la vez,
las nietas más chicas del lado de mi madre. Recuerdo
las historias de los paseos a la playa,
a ese mar azul de nuestro
Caribe querido, que nos quedaba tan cerca, y al que acudíamos varias
veces con la familia cada año....y me
contabas cómo mis tíos me preguntaron la primera vez que me
llevaste a la playa.... si me había gustado y lo que había visto... y yo respondí, "Yo
ví que un conejo
se comió a un caballo." Eso me lo repetían mis tíos y tú, riendo una y mil veces, el resto de mi vida...
Cuando hablabas de abuelito, siempre se te aguaban
los ojos, y nos decías que él fue tu
héroe. A veces, algún
amigo se burlaba un poco de tu sentimentalismo y tus lágrimas, pues en áquella época, decían que los hombres
no podían llorar. Tú
hacías caso omiso a todo eso, y decías, "las lágrimas son perlas del
alma..." ¡Cuánto me gustaba que fueras así! me ayudaste por eso a criar a mis hijos, sin
ese machismo.
Nunca ni tú ni mi
madre conocieron de mis problemas matrimoniales, para ustedes, yo fuí una casada feliz. Algunos me lo critican, pero ustedes fueron tan buenos y queridos,
que no quise causarles ningún disgusto.
Recuerdo las
décimas que nos recitabas de la familia, pasadas de una generación a otra, de
boca en boca, décimas de tu parte guajira, que tanto te encantaban.... Recién llegados de Cuba, en una de
las madrugadas al levantarte para ir a trabajar a una factoría
de aluminio en Hialeah, escribirías de
tu autoría,
"Levántate, Cuba Amada,
levántate con civismo,
y bota ese comunismo
que te tiene amancillada.
Yo todas las madrugadas,
las paso pensando en tí,
en el Apóstol Marti,
que te dejó liberada.
¿Por qué esta tierra sagrada,
tiene que sufrir así?" .....
Y
tú, mi padre, hijo mayor de ocho hijos, de la unión de una mujer de alto nivel social, maestra, muy católica y
practicante, que renunció a todo por
casarse con mi abuelo,
un pobre y simple campesino, transpirabas nobleza
y amor, lo llevabas en tu DNA, mamado de tu familia; y así mismo nos lo traspasaste
a mi hermana y a mí. Mima y tú, fueron nuestro perfecto binomio. Mi hogar, siempre será
el tesoro más grande que Dios me
regaló, para formar raíces, y poder
crecer luego alas y
volar, emigrar incluso fuera de nuestra cultura. Quise llevarlo a mi propio hogar, y sacrifiqué
mucho (aunque no sea reconocido), durante
muchísimo tiempo, precisamente
para que mis hijos conocieran y
fueran como fue el nuestro. Al final
fracasó, pues deben ser dos, los que
empujen el vagón. Siempre lo digo, que
tú y mima, mis padres, fueron y serán siempre, también
mis héroes.
Tú
no te cansabas de mostrarnos tu amor,
a través de toda tu vida.
Nos decías de memoria décimas y poesías (mi abuela paterna las escribía y recitaba también, al igual que las hermanas de mi abuelo paterno
... la poesía es herencia de la familia,
la llevo en mis venas). Había una en particular, que no recuerdo en su totalidad, aunque
la he buscado por doquier sin éxito. No sé si era de Juan de Dios Peza, el poeta, político
y escritor mejicano, pero solo recuerdo
la primera y última estrofas...que siempre tú
nos dedicabas a tus únicas hijas: mi hermanita y yo...
Primera:
"Dos hijas me otorga el Cielo,
como supremo favor,
es Amparo, la mayor,
y la más chica, Consuelo.....
***
Última:
Por ellas, vivir anhelo,
en ellas, mi dicha fundo.
¡Qué bien me siento en el mundo,
con mi Amparo y mi Consuelo!"
"¡Nunca
te recuerdo..." dijo
alguien, " porque nunca te he olvidado," Padre....
no era Juan de Dios Peza, sino un escritor espanol Mariano Ramiro y Corrales, de su libro PUNTO FINAL.
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