Friday, August 19, 2011

Abuelita "Avi"


Abuela    "Avi"   (*)                                de Xiomara J. Pages (**)
Julio 3,  2010

 

                Mi vida ha estado llena de rosas y espinas, pero siempre he sobrevivido con la fe en Dios y el amor de los que me rodean:  el amor que doy y el amor que recibo.   Dios y la vida me trajeron  tres hijos que son muy especiales para mí, como supongo, le pase a la mayoría de las madres.  Por ellos, hacemos  y sacrificamos tanto, con tal de verlos felices.  Pues con ellos,  nuestra vida tiene otro matiz.
           
            En los comienzos del mes de Mayo, cerca del Día de las Madres,  mis hijos decidieron venir a cenar conmigo unos días antes, por cuestiones de trabajo, para celebrarlo.   El mayor lleva casado casi 6 años; el menor  ha tenido varias novias pero aún permanece soltero.   Ambos son buenos chicos y escogieron carreras dedicadas a ayudar a los demás.  Uno policía; el otro, maestro de segunda enseñanza.  La tercera hija, que nació  en medio de ellos dos,  permanece en una cama especial y un sillón de ruedas, debido a  una rara enfermedad que padece de nacimiento (Síndrome de RETT).   Esa noche, mientras comíamos y conversábamos, noté a mi nuera con el pecho más llenito y ensanchado, y le dije sin titubeos que parecía el escote de una mujer embarazada.   Ella y mi hijo rieron  con picardía, pero no se mencionó nada más durante la cena.

            Un par de semanas más tarde,  vinieron por casa para decirme que esperaban un bebé.   Aquella noche de la comida en casa,  rieron como cómplices, pero  aún la noticia no estaba confirmada.   Ahora nos abrazábamos de alegría.  Se  hicieron llamadas telefónicas a tíos, primos y hermanos.  Mi hijo menor, los hizo esperar en casa hasta que él llegara.   Fue  un momento que jamás olvidaré,  ver a los  dos hermanos abrazados, emocionados,  con la única alegría de otro ser humano que vendría al  mundo,  un nuevo miembro de la familia.

            Siempre me dije que no presionaría a ninguno de mis hijos con aquellas frases tan machacadas de "¿Cuándo me van a dar un nieto?" Pues me parece que eso es  irrumpir en la privacidad y decisión de otras vidas, aunque éstas sean las de nuestros hijos.   Cada matrimonio debe saber con responsabilidad cuándo es tiempo de  traer hijos al mundo.  Además me considero una mujer moderna, que ha logrado mucho en la vida, sin el rótulo de "Esposa de....",   o  "Madre de...."....para todos soy simplemente eso,  Xiomara  o  Xio,  la que escribe, la que canta y baila,  la que recita, pinta y  actúa.    Todo lo demás que la vida me traiga,  es por añadidura y por ende lo disfrutaré.   Pero en esta  vida, lo espero todo ...y  no  espero nada, pues ella misma me ha enseñado cómo vivir  y ser así.

            Sin embargo, luego de meditar sobre este nuevo acontecer, una frase me golpea una y otra vez en la cabeza....."¡Voy a ser Abuela.   Pronto seré una abuelita!"...Y este solo pensamiento,  ha cambiado algo  dentro de mi ser.

            Cuando voy a  una tienda, ya instintivamente  encamino mis pies hacia la sección  de los bebés,  como cuando esperaba a mis hijos.  Converso con las amigas que ya tienen nietos, y ríen al  verme tan entusiasmada, pues  ellas conocen  muy  bien  que  esto  es lo que normalmente nos sucede.   

            Llegan entonces a mi mente,  memorias y recuerdos  de mis propias abuelas.  ¡Cuánto se les quería y cómo nos alegraba verlas llegar de visita a nuestra casa!    Cierro los ojos, y percibo sus olores y sus aromas.  El perfume y  la colonia  que se ponían después del baño,  el polvo y los talcos, las cremas que olían  a frescura y a  limpieza.   El aroma de la ropa de hilo  recien lavada;  el olor a lino tan típico de mi tierra natal en el Caribe, luego de ser almidonado y planchado,  o cuando se le secaba al sol colgado de una tendedera.    Los cuentos infantiles, pero también las historias de sus vidas,  contadas en pequeños capítulos, y las preferidas de siempre, aquéllas que contaban  las travesuras  cometidas por  nuestros padres en su niñez y que escuchábamos con tanta curiosidad. 

            No tuve la dicha de conocer a mis abuelos, pero el beso de mis abuelas, era casi un beso de Dios.  Sus abrazos nos daban seguridad y calor.    Escucharlas cantar era una fiesta, y si bailaban como mi abuela española con aquella alegría a pesar de cuidar de mi  tía enferma, era una bendición.   La otra escribía versos, y coleccionaba libros de poemas  (ya ven, 'lo que se hereda no se hurta', dicen por ahí).   Ambas me esperaban siempre  con papel y pluma, lápices de colores, tempera o acuarela,  porque eso era  "lo que a Xiomarita le gusta."  

            Era rico comer los platos que nos servían.  Los potajes y sazones de la abuela española, que siempre te esperaba no con caramelos ni galleticas, sino con un pedazo de pan mojado en un potaje o cocido madrileño, una fabada asturiana, o un caldo gallego,  y repitiendo  siempre  "coman pan, que el pan nutre."   Los Tamales y Tallullos de la abuela del campo, moliendo o rayando el maíz, y sazonándolo con carne de puerco y aquel  oloroso sofrito de especias, para  luego  cocinarlo todo, dentro de sus propias hojas amarraditos.   Recuerdo comer con mis primas tantas frutas del patio de mi  abuela en el campo, bajo los árboles de naranjas, anones, chirimoyas, mangos y tantos otros; para luego,  mojarnos los pies en las quebradas de agua, y salir corriendo  cuando las vacas se  acercaban  a tomar el  agua  del  arroyo. 

            Cuando mis abuelitas fueron envejeciendo, y su piel se fue arrugando, me gustaba tocarles la piel,  sobre todo la del cuello, que ya estaba gastada y reseca por los años y las penas, pero que  para mí  tenían  la  suavidad del terciopelo.  Tal vez el amor hace las cosas diferentes.  No las ví llorar cuando nos fuimos de nuestra tierra natal al exilio, muy por el contrario, nos alentaron a buscar otros cielos de libertad, porque mis padres, mi hermana y yo  "teníamos derecho a vivir libres," y  ellas insistían, "ya vivimos nuestra vida, y nos acercamos al ocaso."     Ellas me enseñaron lo que era enfrentar el dolor con estoicismo y con valentía.  Ambas, viudas jóvenes,  luchando por sus hijos a solas:  la española, con seis (entre ellos, una enferma, primero de tuberculosis y de complicaciones más tarde muriendo de apenas 33 años) siendo mi madre la menor;  y la del campo, con ocho (perdió dos niñitas en un mismo mes, una por neumonía y la otra por  difteria), siendo  mi padre el mayor.  Por eso, fueron y siempre serán para mí, mis heroínas,  un ejemplo de amor y de coraje.

            Recuerdo a las Tías-Abuelas, entre ellas Tía Carmela, porque  vivía al lado nuestro en el mismo barrio, y cuando tuvo su primer nieto, se le podía escuchar cantarle nanas en un sillón o mecedora,  " ...la paloma blanca, la que yo crié, le salieron alas, y voló y se fue..."  o  "Señora Santa Ana por qué llora el niño"... Luego siendo yo madre, canté  igualmente esas nanas arrullando a mis hijos para dormir, junto con otros cantos de cuna aprendidos en mis clases de francés, y que mis hijos  aún recuerdan como el  "Frère Jacques"  o  el  "Auprés de ma Blonde,  Qu'i'l fait bon...fait bon...fait bon."


            Hoy recuerdo  a mi madre con  verdadera gratitud, pues  adoró a sus cinco nietos, de  una manera muy especial,  y junto a mi padre,  les contaron historietas amenas  reales o inventadas, pero que mis hijos y sobrinos saborearon mientras ellos vivieron.   Como lo hicieron de mis suegros, o los suegros de mi hermana.

            Y sí... voy a ser una abuela, una abuelita  (una "Avi" en Catalán).  Como mi  hermana que tanto ama  a sus nietos y me comenta  que ya conoceré  uno de los sentimientos más lindos.    Y al igual que me preparé  para ser madre, me  preparo ahora para ser abuela, lo cual una amiga querida describió  como  "ser Madre dos veces."    He comenzado a marcar sabanitas y pañales para coser, bordar, pintar y tejer.  Lleno un poco cada día un cuaderno con información de la familia como lo  hice para mis hijos, y me he comprado  un sillón,  una mecedora semejante a la que le pedí a mi madre cuando tuve mi primer hijo;  y es ese hijo precisamente,  quien hoy me dá  esta alegría.   Por eso ayudo y coopero con mi nuera,  pues el cariño que siento por ella,  ahora se duplica al saberla nave de una criaturita que lleva también  nuestra  sangre.

            Sé  bien que ser abuelo hoy, no es lo mismo que  fue en otras épocas donde se les reverenciaba.   Hoy ser abuelos es visto  como "viejos",  anticuados,  "no estar en la onda."  Sin embargo, ser abuelo es más que eso,  pues nos acompañan, nos cuidan, nos dán su apoyo y amor, nos enseñan valores y tradiciones familiares.  

            Hoy los abuelos lucen más jovenes que antes, se tiñen el pelo, visten a la moda, se maquillan, hacen dietas, usan colores vivos (algunos hasta se hacen cirugía plástica), y  son más activos que los de ayer.   Trabajan y dividen sus quehaceres para poder incluír a los nietos en su  lista de actividades. Y aún cuando están a distancia, se comunican con ellos, por teléfono, por cartas, y han aprendido a usar la  computadora y la internet  para verlos con una camarita, o enviarles un correo electrónico,  videos y fotos a través de la misma. 

            Y es que los abuelos son una seguridad emocional y necesaria para nuestros hijos, para un desarrollo saludable,  pues se entregan totalmente a sus nietos, y según el libro sobre abuelos del Dr. Kornhaber,  "la asignatura que imparte el abuelo no se enseña en ningún otro sitio."  Los abuelos son un puente  para todos, pues conectan generaciones.  Son la memoria de nuestras familias pues ellos recuerdan historias y datos, que sin ellos, no  recordaríamos;  las fechas y acontecimientos, los hechos que nos han precedido.   Nuestros padres nos dán alas para el futuro, pero nuestros abuelos nos dán raíces,  nos dejan saber de dónde venimos, y esto es muy importante, pues  sin saber de dónde venimos, nunca sabremos a dónde vamos.

            Los abuelos nunca serán, ni deben ser  un sustituto de los padres, ya que éstos son el punto principal de referencia de los hijos, aunque a veces por malas jugadas de la vida, o por circumstancias  que no son las  normales, los abuelos se convierten en padres;  pero generalmente, ellos son sólo un complemento a los padres de una criatura.
Y los que amen a sus hijos de veras, deben enseñarles  a querer y respetar a sus abuelos, para que crezcan con los recuerdos más  lindos e inolvidables de  sus vidas.

            Así que, aquí estoy meciéndome en mi nuevo sillón, repasando mis conocidos cantos de cuna;  escribiéndoles poemas y cuentos; buscando juguetes y libritos infantiles; llenando mis cuadernos con fechas y acontecimientos importantes de nuestra familia; para que mis nietos sepan que al igual que mis hijos,  ellos son  bienvenidos,  pero  sobre  todo,  amados   por esta  abuelita  que  ya  ora  por  ellos.



(*) Avi  significa Abuelito en Catalán  y Avia  significa  Abuelita, pero prefiero el sonido de Avi.

(**) Xiomara J. Pages    freelance writer/journalist/motivational speaker
internationally known by her first book: "Mi Cruz Llena de Rosas, Cartas a Sandra mi hija enferma" (My Cross full of Roses, letters to my sick daughter Sandra);  solo author of 4 books and many other contributions, including Chicken Soup for the Latino Soul ;  member of Journalist organizations, and several other cultural and artistic groups; Lifetime Fan of Betty Boop;   translations and proof reading; aromatherapy/massages;  notary public; AVON salesperson and beauty consultant;  paintings & crafts.   

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