Abuela "Avi" (*) de Xiomara J. Pages (**)
Julio 3, 2010
Mi vida ha estado llena de rosas y espinas, pero siempre he sobrevivido con la fe en Dios y el amor de los que me rodean: el amor que doy y el amor que recibo. Dios y la vida me trajeron tres hijos que son muy especiales para mí, como supongo, le pase a la mayoría de las madres. Por ellos, hacemos y sacrificamos tanto, con tal de verlos felices. Pues con ellos, nuestra vida tiene otro matiz.
En los comienzos del mes de Mayo, cerca del Día de las Madres, mis hijos decidieron venir a cenar conmigo unos días antes, por cuestiones de trabajo, para celebrarlo. El mayor lleva casado casi 6 años; el menor ha tenido varias novias pero aún permanece soltero. Ambos son buenos chicos y escogieron carreras dedicadas a ayudar a los demás. Uno policía; el otro, maestro de segunda enseñanza. La tercera hija, que nació en medio de ellos dos, permanece en una cama especial y un sillón de ruedas, debido a una rara enfermedad que padece de nacimiento (Síndrome de RETT). Esa noche, mientras comíamos y conversábamos, noté a mi nuera con el pecho más llenito y ensanchado, y le dije sin titubeos que parecía el escote de una mujer embarazada. Ella y mi hijo rieron con picardía, pero no se mencionó nada más durante la cena.
Un par de semanas más tarde, vinieron por casa para decirme que esperaban un bebé. Aquella noche de la comida en casa, rieron como cómplices, pero aún la noticia no estaba confirmada. Ahora nos abrazábamos de alegría. Se hicieron llamadas telefónicas a tíos, primos y hermanos. Mi hijo menor, los hizo esperar en casa hasta que él llegara. Fue un momento que jamás olvidaré, ver a los dos hermanos abrazados, emocionados, con la única alegría de otro ser humano que vendría al mundo, un nuevo miembro de la familia.
Siempre me dije que no presionaría a ninguno de mis hijos con aquellas frases tan machacadas de "¿Cuándo me van a dar un nieto?" Pues me parece que eso es irrumpir en la privacidad y decisión de otras vidas, aunque éstas sean las de nuestros hijos. Cada matrimonio debe saber con responsabilidad cuándo es tiempo de traer hijos al mundo. Además me considero una mujer moderna, que ha logrado mucho en la vida, sin el rótulo de "Esposa de....", o "Madre de...."....para todos soy simplemente eso, Xiomara o Xio, la que escribe, la que canta y baila, la que recita, pinta y actúa. Todo lo demás que la vida me traiga, es por añadidura y por ende lo disfrutaré. Pero en esta vida, lo espero todo ...y no espero nada, pues ella misma me ha enseñado cómo vivir y ser así.
Sin embargo, luego de meditar sobre este nuevo acontecer, una frase me golpea una y otra vez en la cabeza....."¡Voy a ser Abuela. Pronto seré una abuelita!"...Y este solo pensamiento, ha cambiado algo dentro de mi ser.
Cuando voy a una tienda, ya instintivamente encamino mis pies hacia la sección de los bebés, como cuando esperaba a mis hijos. Converso con las amigas que ya tienen nietos, y ríen al verme tan entusiasmada, pues ellas conocen muy bien que esto es lo que normalmente nos sucede.
Llegan entonces a mi mente, memorias y recuerdos de mis propias abuelas. ¡Cuánto se les quería y cómo nos alegraba verlas llegar de visita a nuestra casa! Cierro los ojos, y percibo sus olores y sus aromas. El perfume y la colonia que se ponían después del baño, el polvo y los talcos, las cremas que olían a frescura y a limpieza. El aroma de la ropa de hilo recien lavada; el olor a lino tan típico de mi tierra natal en el Caribe, luego de ser almidonado y planchado, o cuando se le secaba al sol colgado de una tendedera. Los cuentos infantiles, pero también las historias de sus vidas, contadas en pequeños capítulos, y las preferidas de siempre, aquéllas que contaban las travesuras cometidas por nuestros padres en su niñez y que escuchábamos con tanta curiosidad.
No tuve la dicha de conocer a mis abuelos, pero el beso de mis abuelas, era casi un beso de Dios. Sus abrazos nos daban seguridad y calor. Escucharlas cantar era una fiesta, y si bailaban como mi abuela española con aquella alegría a pesar de cuidar de mi tía enferma, era una bendición. La otra escribía versos, y coleccionaba libros de poemas (ya ven, 'lo que se hereda no se hurta', dicen por ahí). Ambas me esperaban siempre con papel y pluma, lápices de colores, tempera o acuarela, porque eso era "lo que a Xiomarita le gusta."
Era rico comer los platos que nos servían. Los potajes y sazones de la abuela española, que siempre te esperaba no con caramelos ni galleticas, sino con un pedazo de pan mojado en un potaje o cocido madrileño, una fabada asturiana, o un caldo gallego, y repitiendo siempre "coman pan, que el pan nutre." Los Tamales y Tallullos de la abuela del campo, moliendo o rayando el maíz, y sazonándolo con carne de puerco y aquel oloroso sofrito de especias, para luego cocinarlo todo, dentro de sus propias hojas amarraditos. Recuerdo comer con mis primas tantas frutas del patio de mi abuela en el campo, bajo los árboles de naranjas, anones, chirimoyas, mangos y tantos otros; para luego, mojarnos los pies en las quebradas de agua, y salir corriendo cuando las vacas se acercaban a tomar el agua del arroyo.
Cuando mis abuelitas fueron envejeciendo, y su piel se fue arrugando, me gustaba tocarles la piel, sobre todo la del cuello, que ya estaba gastada y reseca por los años y las penas, pero que para mí tenían la suavidad del terciopelo. Tal vez el amor hace las cosas diferentes. No las ví llorar cuando nos fuimos de nuestra tierra natal al exilio, muy por el contrario, nos alentaron a buscar otros cielos de libertad, porque mis padres, mi hermana y yo "teníamos derecho a vivir libres," y ellas insistían, "ya vivimos nuestra vida, y nos acercamos al ocaso." Ellas me enseñaron lo que era enfrentar el dolor con estoicismo y con valentía. Ambas, viudas jóvenes, luchando por sus hijos a solas: la española, con seis (entre ellos, una enferma, primero de tuberculosis y de complicaciones más tarde muriendo de apenas 33 años) siendo mi madre la menor; y la del campo, con ocho (perdió dos niñitas en un mismo mes, una por neumonía y la otra por difteria), siendo mi padre el mayor. Por eso, fueron y siempre serán para mí, mis heroínas, un ejemplo de amor y de coraje.
Recuerdo a las Tías-Abuelas, entre ellas Tía Carmela, porque vivía al lado nuestro en el mismo barrio, y cuando tuvo su primer nieto, se le podía escuchar cantarle nanas en un sillón o mecedora, " ...la paloma blanca, la que yo crié, le salieron alas, y voló y se fue..." o "Señora Santa Ana por qué llora el niño"... Luego siendo yo madre, canté igualmente esas nanas arrullando a mis hijos para dormir, junto con otros cantos de cuna aprendidos en mis clases de francés, y que mis hijos aún recuerdan como el "Frère Jacques" o el "Auprés de ma Blonde, Qu'i'l fait bon...fait bon...fait bon."
Hoy recuerdo a mi madre con verdadera gratitud, pues adoró a sus cinco nietos, de una manera muy especial, y junto a mi padre, les contaron historietas amenas reales o inventadas, pero que mis hijos y sobrinos saborearon mientras ellos vivieron. Como lo hicieron de mis suegros, o los suegros de mi hermana.
Y sí... voy a ser una abuela, una abuelita (una "Avi" en Catalán). Como mi hermana que tanto ama a sus nietos y me comenta que ya conoceré uno de los sentimientos más lindos. Y al igual que me preparé para ser madre, me preparo ahora para ser abuela, lo cual una amiga querida describió como "ser Madre dos veces." He comenzado a marcar sabanitas y pañales para coser, bordar, pintar y tejer. Lleno un poco cada día un cuaderno con información de la familia como lo hice para mis hijos, y me he comprado un sillón, una mecedora semejante a la que le pedí a mi madre cuando tuve mi primer hijo; y es ese hijo precisamente, quien hoy me dá esta alegría. Por eso ayudo y coopero con mi nuera, pues el cariño que siento por ella, ahora se duplica al saberla nave de una criaturita que lleva también nuestra sangre.
Sé bien que ser abuelo hoy, no es lo mismo que fue en otras épocas donde se les reverenciaba. Hoy ser abuelos es visto como "viejos", anticuados, "no estar en la onda." Sin embargo, ser abuelo es más que eso, pues nos acompañan, nos cuidan, nos dán su apoyo y amor, nos enseñan valores y tradiciones familiares.
Hoy los abuelos lucen más jovenes que antes, se tiñen el pelo, visten a la moda, se maquillan, hacen dietas, usan colores vivos (algunos hasta se hacen cirugía plástica), y son más activos que los de ayer. Trabajan y dividen sus quehaceres para poder incluír a los nietos en su lista de actividades. Y aún cuando están a distancia, se comunican con ellos, por teléfono, por cartas, y han aprendido a usar la computadora y la internet para verlos con una camarita, o enviarles un correo electrónico, videos y fotos a través de la misma.
Y es que los abuelos son una seguridad emocional y necesaria para nuestros hijos, para un desarrollo saludable, pues se entregan totalmente a sus nietos, y según el libro sobre abuelos del Dr. Kornhaber, "la asignatura que imparte el abuelo no se enseña en ningún otro sitio." Los abuelos son un puente para todos, pues conectan generaciones. Son la memoria de nuestras familias pues ellos recuerdan historias y datos, que sin ellos, no recordaríamos; las fechas y acontecimientos, los hechos que nos han precedido. Nuestros padres nos dán alas para el futuro, pero nuestros abuelos nos dán raíces, nos dejan saber de dónde venimos, y esto es muy importante, pues sin saber de dónde venimos, nunca sabremos a dónde vamos.
Los abuelos nunca serán, ni deben ser un sustituto de los padres, ya que éstos son el punto principal de referencia de los hijos, aunque a veces por malas jugadas de la vida, o por circumstancias que no son las normales, los abuelos se convierten en padres; pero generalmente, ellos son sólo un complemento a los padres de una criatura.
Y los que amen a sus hijos de veras, deben enseñarles a querer y respetar a sus abuelos, para que crezcan con los recuerdos más lindos e inolvidables de sus vidas.
Así que, aquí estoy meciéndome en mi nuevo sillón, repasando mis conocidos cantos de cuna; escribiéndoles poemas y cuentos; buscando juguetes y libritos infantiles; llenando mis cuadernos con fechas y acontecimientos importantes de nuestra familia; para que mis nietos sepan que al igual que mis hijos, ellos son bienvenidos, pero sobre todo, amados por esta abuelita que ya ora por ellos.
(*) Avi significa Abuelito en Catalán y Avia significa Abuelita, pero prefiero el sonido de Avi.
(**) Xiomara J. Pages freelance writer/journalist/motivational speaker
internationally known by her first book: "Mi Cruz Llena de Rosas, Cartas a Sandra mi hija enferma" (My Cross full of Roses, letters to my sick daughter Sandra); solo author of 4 books and many other contributions, including Chicken Soup for the Latino Soul ; member of Journalist organizations, and several other cultural and artistic groups; Lifetime Fan of Betty Boop; translations and proof reading; aromatherapy/massages; notary public; AVON salesperson and beauty consultant; paintings & crafts.
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