Friday, August 19, 2011

Martes 13: Un día agradable de mi vida agitada


Martes 13:   Un día agradable de  mi vida agitada
 Abril  23,  2010
Xiomara J. Pages (*)

       Siempre escuché que el martes 13, era un día fatídico, o al menos la superstición hacía decir...  "ni te cases, ni te embarques...”  Hoy día, ya no estoy casada, ya llevo de soltera casi una década, y ¿embarcada?… lo estoy desde que era una adolescente y tomé un avión con mi familia para salir de Cuba hacia el extranjero. 

Luego viví dentro de un matrimonio dotado con muchas dificultades; me nació una hija enferma que ha estado postrada en una cama por casi 30 años.  De ahí que el martes 13, no implica mucha diferencia para mí.  Los católicos lo ven como el Día de la Virgen María, pues fue precisamente en un 13 de mayo que ella hizo la primera de varias apariciones en Cova da Iria, Fátima, Portugal;  tal como lo ha hecho también en otros lugares del planeta.  Así mismo, y en otras culturas, es un día de buena suerte, y no de mal presagio.
 
Pero éste martes 13, en particular, me sucedieron algunas cosas harto interesantes. Amanecí temprano pues debía llevar a mi hija, en su transporte especial, a visitar a uno de sus médicos.  De ida y de regreso, nos asignaron dos choferes diferentes.  El que nos llevó a la clínica en la mañana, era joven, simpático y recién llegado de Cuba, y noté su peculiar buena educación; me identifiqué con él, ya que ambos vinimos de una misma tierra que nos  vió nacer, y me maravilla ese surrealismo, lo diferente que ha sido cada nuevo éxodo de nuestra islita.  

El otro nos devolvió a casa en la tarde, contándome los serios problemas que confronta con su hijo autista para poder incluirlo, debidamente, en el sistema escolar ;  por razones obvias, le brindé mi apoyo y le dí mi tarjeta profesional.  Nuestras conversaciones, la de ellos y las mías, fueron comunes y sencillas, pero cargadas de enseñanza para la vida diaria.
 
El doctor no pudo ser más amable con mi hijita; le hicieron todas las pruebas necesarias, y tuve la ayuda de su terapista que la visita en casa, una señora excepcional, que esta vez se reunió con nosotras en la propia oficina del médico.  Regresamos a casa ya entrada la tarde, y me moría del hambre, así que me fui directamente a la cocina para preparar algo de comer.  Justo en ese instante, me llamó una amiga peruana invitándome a almorzar, y que me esperaría en el restaurante que yo le había sugerido.  Fue un encuentro delicioso, pues hacía ya algún tiempo no podíamos vernos, aunque sí nos hemos comunicado por teléfono e Internet en ocasiones.     

Mas, cuando conducía mi auto para ir a su encuentro, observé a un señor joven corriendo agitado por la acera para llegar a la parada del autobús y adelantarse al mismo, que ya se aproximaba, y que venía justamente detrás de mí.  Al darme cuenta, aminore la velocidad del auto, para controlar, y así retrasar un poco la llegada de la guagua (autobús); y así darle tiempo a ese soldado con gorra que corría y sudaba su uniforme, con el ejercicio y el peso de su mochila, a poder llegar al sitio donde podría montar al autobús.

Cuando pasé a su lado, bajé la ventanilla, y le saludé gritándole un GRACIAS a todo pulmón... por luchar y defender la libertad.  El comprendió mi ayuda, y me la agradeció con una sonrisa amplia y sincera, y una frase en mal español:  “Gracia' Siñora, yo poquito Spanish.”  Pensé que él estaría de descanso unos días, para después volver a la guerra en el Medio Oriente.  Me entró de pronto un frío; quizás fuera ésta la última mirada o sonrisa que yo viera de aquel soldado.  Lo bendije ya en silencio, y pedí a Dios que lo acompañara,   mientras él montaba al autobús y ambos agitábamos una mano diciéndonos adiós.

 No le comenté nada de esto a mi amiga, mas cuando salíamos del restaurante, me llamó  otra amiga cubana, a quien no veía hacia ya un tiempo, también para invitarme a almorzar.  Le dije dónde y con quién estaba, ya que todas nos conocemos, y le propuse que no fuese ella a ningún restaurante sino que nos encontráramos en mi casa, ya que yo tenía comida y le prepararía algo rico;  y aunque yo ya había almorzado, la acompañaría con una copa de vino.    Así fue, y conversamos como dos horas entre  spaghetti , vino, risas, reflexiones y sentimientos de amistad.  En ese momento, me llamó  otro querido amigo para conversar, pero le sugerí llamarnos otro día, pues hoy estaba disfrutando de mi amiga en casa.  El lo comprendió, y me felicitó por mi suerte de tener una amiga a mano.  En realidad, es un privilegio,  tener tan buenos amigos.

            En la noche ya sola, recogiendo y arreglando la casa, pensé que el día había sido lindo a pesar de todo.  Me dí  cuenta que la superstición no existe cuando se tiene tanto Amor y tanto de Dios por dentro; y que cada día puede ser un día especial, un “Día de Dios"…, y si Dios está conmigo, ¿quien contra mí?"

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