Les confieso que este Día de las Madres, me siento un poco no sé, ambivalente. Es que dedicarle amor y cuidados, amabilidades a la madre, debe ser algo de todos los días, y no solo un día.
Veo tantas madres a mi alrededor, en ocasiones amigas cercanas, olvidadas todo el año, solas, o rodeadas de personas, pero ellas no cuentan, no son importantes, maltratadas, llorando muchas veces sin necesidad, sufriendo el olvido del resto de los 364 días del año, y solo porque el comercialismo les indica un día de esto o aquello, lo siguen como zombies, y entonces quieren comprimir en un día todo lo que no han sabido hacer durante el resto de los días, y no lo critico, es bonito, un día de celebración, pero no lo llevan realmente en el corazón. Y eso se nota, se siente aunque la madre no se queje, y no diga nada.
Lo mismo hacen el Dia de San Valentín, flores, bombones, tarjetas, pero el resto del año ni demuestran amor ni buen trato con sus parejas, o sus amigos. Existe mucho egoísmo, estamos demasiado ocupados para una llamada, o una simple visita a quien lo pasó todo, para darnos la vida, sufrir dolores e incomodidades por 9 meses, y parirnos con el dolor más excruciante que existe, sin contar todo nuestro crecimiento hasta llegar a adultos, y aún así siempre están pendientes de nuestras vidas, no siempre es para entrometerce, sino para sabernos felices. Porque nada se acerca más al amor de Dios, que el amor de una buena madre. Ella ama incondicionalmente. Cuando un hijo lo ha perdido todo, aunque haya errado, y esté en una cárcel, o en una cama de enfermo, ella siempre estará ahí prodigando su amor y sus cuidados, como la Virgen María al pie de la cruz.
En generaciones anteriores, una madre y un padre, eran venerados como los reyes de la familia. Hoy se les arrinconan como viejas chatarras en el ático. Ellos que posiblemente tuvieron una vida llena de experiencias, que aportaron grandemente a la sociedad, y marcaron los pasos para las nuevas generaciones, hoy son enciclopedias de sabiduría, pero se tiran como libros viejos, y no aprendemos, que con su sabiduría y amor, pueden hacer nuestro camino mucho mejor y valioso.
Aportan a la familia el conocimiento de nuestras raíces, historias de nuestra niñez y juventud, información valiosa que luego cuando mueren se van con ellas, y cuando necesitamos respuestas a nuestras preguntas, ya no están para contarlas. Porque son ellas, ellos, nuestros padres y abuelos, son la custodia de la historia de nuestras familias.
Y si, echo de menos a mis padres, y abuelas (porque no conocí a mis abuelos), y como madre y abuela quiero darles a mis hijos y nietos, a mis sobrinos (porque mi hermana se nos fue demasiado temprano), todo lo que pueda, en vida, todo mi amor, mis anécdotas y detalles.
Es una pena que esta generación prefiera buscar información y consejos muchas veces en Google, y sin embargo, ignoren, la vasta experiencia que avala a nuestros mayores. Madre hay una sola, dicen siempre, pero un padre bueno, es único también.
Sí, reflexiono en voz alta, y siento algo de nostalgia, no se los puedo negar, y luego me chocan los anuncios de la tele y radio, y toda la prosopopeya de tiendas, una detrás de otra en cada fecha, que pocos en realidad estiman su valor.
Pero por el Día de las Madres, y siempre, les recuerdo que ellas tienen fecha de vencimiento. Disfruten con ella el hoy, porque mañana, cuando no estén se les echa mucho de menos. Yo lo sé, hasta el Cielo, llegue todo mi amor y gratitud por esa madre, y ese padre míos, que me dieron y me enseñaron tanto.
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