Caridad,
Aún Después de Navidad
Xiomara J.
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Enero 10, 2015
Ayer después de la fiestecita de cumpleaños
de mi nieta, regresé a casa seguida por el carro de mi cuñado Freddy y mi
hermana Bertica. Ellos me habían
prestado el dinero para la remodelación de mi baño y querían ver cómo había
quedado. Se quedaron encantados del buen
trabajo de mi amigo, el artista, literalmente
(ya que es escultor y pintor), Rodrigo
Guillen, que hace maravillas en remodelaciones, pisos, y demás.
Conversamos un rato mientras puse la
cafetera a colar un espresso. Nos dió
mucho gusto reunirnos con la familia esa
tarde y re-encontrarnos con otros primos que hacía mucho no veíamos.
Contaba Freddy que tenía que irse a
cobrar la renta de varios de sus inquilinos esa tarde.
Ya el otro día, durante las Navidades, fue a cobrar la de algunos otros,
y entre ellos, un matrimonio con un niño
pequeño en la Pequeña Habana. Freddy observó dentro del apartamento, que había un arbolito
pequeño y humilde. Le preguntó al chico,
si Santa Claus le había traído juguetes.
El muchachito con lágrimas corriendo por las mejillas, le dijo con su
voz infantil que se había portado
muy mal, y por eso, no le trajeron nada.
Cuando levantó la mirada vió el rostro de la
madre que también lloraba... "-
No, Señor Freddy, no se podía, apenas alcanzó este mes, para pagar el alquiler
y la comida. No había para más."
Conociendo el corazón de mi cuñado,
éste se emocionó ante aquella madre y su hijito. Estoy
segura que él recordó su niñez y todos los trabajos y la escasez de
aquella época. Por esa razón, luchó mucho en la vida para darle a sus hijos
(mis sobrinos Gerry y Elizabeth) todo lo que necesitaban y labrarse un futuro
para su vejez.
En cuanto salieron de aquella casa,
mi cuñado y mi hermana fueron a varios lugares buscando juguetes, ya casi no quedaba nada de lo que él quería para llevarle a aquel
niño. Ya pasó la Navidad, ya estamos casi a mediados del nuevo año.
Finalmente, entró a una tienda K-Mart, y comenzó a buscar entre los juguetes tirados, incompletos, rotos, y además,
rebajados a un 50%. Al
fin se topó con un juego de camiones grandes
que él pensó serían del agrado del
niño, no importaba lo que costaran. Se
decía que él no quería que un angelito se
sintiera malo, o que
se había portado mal, sufriendo una baja
auto-estima, creyendo que no era digno de un simple regalo del famoso viejo
barrigón, cuando tantos niños tienen más de lo que necesitan.
Conociendo el increíble ser humano que es mi cuñado, pero aún mejor padre, estoy segura que pensó en sus hijos y nietos, y todo lo que él les ha dado, y con cuánto amor y generosidad ha ayudado
y ayuda
siempre a todos en su camino. ¿Cómo no
hacerlo por esta pobre criatura?
Mi
hermana encontró una blusa para ella, y cuando fueron a pagar a
la cajera los juguetes y la ropa, resulta que tenían una tarjeta con
puntos acumulados y no tuvieron que pagar nada
de los más de 50 dólares que les
costaría todo, e incluso les sobraba dinero para la próxima compra
en la tienda. Dios dá siempre al que dá con generosidad.
Cuando compartieron la historia con
sus dos hijos, mis sobrinos Elizabeth y Gerry, éstos que han heredado los sentimientos de sus
padres, también les dieron juguetes para que llevaran al niñito.
Cuenta mi cuñado cómo a veces van juntos en el
auto y su hijo Gerry se detiene a repartir cajas de pizza a varios vagabundos
en las calles bajo la autopista, y tantas otras anécdotas de mi sobrina y sus
hijos... Freddy y Bertica viven orgullosos de sus hijos.
Así, anoche cuando mi hermana y mi cuñado salieron de mi casa, fueron a cobrar el
alquiler de otros inquilinos, e iban a llevar más juguetes a aquel
pobre niño... Estoy segura que llegaron
a un hogar donde faltaba no solo lo
material, sino la alegría de una verdadera Navidad, pues le devolvieron
a un niño la confianza, la ilusión
y la
auto estima, aunque ya haya
pasado la celebración. Porque la Caridad se practica, aún después de
Navidad.
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